En la columna de hoy vamos a referirnos a un tema muy interesante, del cual nos ocupamos alguna vez en el pasado. Sin embargo la coyuntura actual hace necesario reincidir en el mismo, ya que no solo no deja de tener vigencia, sino que además gana adeptos año tras año en la ganadería de invernada.
Por Mariano Fava (*)
Como bien sabemos, la provincia de La Pampa es una región de producción agropecuaria definitivamente mixta. Es decir, que tanto la ganadería como la agricultura ocuparán un lugar preponderante e ineludible en la economía provincial por dos aspectos fundamentales:
1. Por un lado todo el oeste pampeano es una fuente de generación de terneros y terneras de calidad, los cuales sería deseable que se engordaran en un ciento por ciento localmente; ya sea en origen o en los campos del este, los cuales tienen mayor potencialidad para proveer pasturas de calidad para invernar.
2. De la mano de la tecnología (siembra directa, agricultura de precisión y biotecnología) se están gestando verdaderas transformaciones de algunas cadenas de valor, lo que sin duda constituirá próximamente la tercera revolución verde, similar a lo que aconteció hace unos años con la irrupción en el mercado de las variedades de trigo con el gen de enanismo que catapultó los rendimientos y las seguridad alimentaria de la población mundial, o más recientemente la soja con resistencia al glifosato que amplió las fronteras productivas de Argentina, llevando al país a las 150 millones de toneladas.
En este sentido, es de resaltar lo que ha acontecido en los últimos años en el negocio del maíz. Gracias a la inversión de empresas multinacionales, y a la adopción por parte del amigo productor de las nuevas tecnologías lanzadas al mercado, esta gramínea fundamental para la sustentabilidad de los suelos se está transformando en el cultivo más seguro y sencillo de plantar, incluso mucho más que la mismísima soja.
En la provincia de La Pampa el área plantada con maíz y la tecnología aplicada al cultivo no para de crecer, y con ella los rendimientos. Ahora bien, si tuviéramos la suerte y la capacidad de generar en la provincia cantidades crecientes de este grano, no solo la agricultura se vería favorecida, sino la producción pecuaria toda en su conjunto. Pero para llegar a ese objetivo debemos sortear un obstáculo no menor que significa la comercialización y el agregado de valor del grano.
No cabe duda que un producto de tan bajo valor por unidad de peso como el maíz, sumado a la lejanía de La Pampa de los puertos, pensar en destinarlo a la exportación tal cual sale de los campos, es poco interesante. En efecto, la logística (flete) insume alrededor de un veinte/veinticinco por ciento del valor del cereal, y es una relación de costo insumo/servicio relativamente constante a lo largo de una serie histórica de precios. Sin embargo la solución no es demasiado complicada, solo hace falta un poco de planificación.
La primer respuesta del empresario agropecuario cuando vio la necesidad de transformar el maíz localmente en grano fue la de adoptar el esquema del feed lots. Este tipo de engorde, desarrollado en Estados Unidos, consta de corrales de confinamiento donde el ganado bovino es alimentado a través de un mixer con grano de maíz, concentrados proteicos y alguna fuente de fibra, como puede ser el heno o el silaje picado.
En efecto, como todo negocio intensivo, de alto costo y necesidad de insumo, tiene momentos que se gana dinero, momentos que se sale hecho y momentos que se pierde plata. En general, siguiendo una curva inversamente proporcional al precio del maíz. El pequeño y mediano productor trató de adoptar y/o adaptar este sistema a sus posibilidades, y los escollos fueron muchos. Pero los principales son el costo de tener todo el tiempo maquinaria en movimiento para alimentar los animales, el problema ambiental que surge del confinamiento de tanta cantidad de hacienda en un espacio tan pequeño, y finalmente el factor humano.
Esto último resulta clave, pues como podrán advertir, el animal come todos los días sin importar si se trata de domingos de superclásicos, feriados, clima adverso o cualquier otro justificativo que impida alimentar la hacienda. Todo esto hace que el esquema de engorde a corral (#feedlots) quede relegado a grandes productores o capitales.
Afortunadamente el ingenio argentino se ha hecho presente una vez más, y con una idea disruptiva ha desarrollado un sistema que elimina gran parte de los problemas antes mencionados. Este nuevo desarrollo es tan simple como revolucionario, y al analizarlo uno piensa cómo no se nos ocurrió antes. El mismo consiste en el silo de grano autoconsumo, de regulación voluntaria por parte de la hacienda respecto de cuánto grano incorporar a su dieta.
Este sistema solo requiere de un silo de entre 10 a 20 toneladas que permite que el animal consuma a voluntad el grano, en general mezclado al 10 por ciento con un núcleo proteico (no siendo este estrictamente necesario) o un 30% de algún “grano vestido” (avena o cebada) para controlar de alguna manera el consumo voluntario, al menos inicialmente. De este modo se planea el suministro de maíz para rellenar el silo 1 o 2 veces a la semana, disminuyendo la necesidad de atención (mano de obra) y costo operativo de alimentación. Al mismo tiempo que se le suministra el grano en un lote abierto al animal, donde el mismo pastorea con forraje. De esta manera esquivamos el problema ambiental y de bienestar animal.
En épocas de escases puede ser suplementado con heno, o pueden tener a disposición un silo de forraje picado fino. Es muy importante la presencia de fibra efectiva (de más de 1,5 centímetros) para favorecer el proceso de rumeo. Este esquema gana adeptos tanto en pequeños como en medianos productores.
En resumen, como vemos, este esquema tiene la ventaja del agregado de valor al grano de maíz, la disminución de los costos de flete, el menor impacto ambiental, la mayor producción de carne por hectárea, la mayor velocidad de engorde y, al producir el grano el mismo productor, le da más estabilidad al sistema independizándose de la curva del precio del maíz en puerto.
Finalmente, cuando creíamos que en materia de suplementación animal estaba todo dicho, fue el ingenio popular del productor rural que con una idea revolucionaria, desafiando el conocimiento formal, redefine el concepto del viejo comedero. Si duda que con el transcurrir del tiempo veremos varios trabajos de investigación al respecto que afinarán la tecnología de proceso, a los efectos de maximizar el beneficio empresario, la respuesta animal, el bienestar animal y el cuidado del ambiente mediante el uso de los silos de grano autoconsumo para bovinos. El Diario
Por Mariano Fava -
Ingeniero agrónomo (MP: 607 CIALP) -
Posgrado en Agronegocios y Alimentos -
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