El nuevo libro de Omar Lobos analiza la literaria pampeana legitimada y agrega a dicho canon un actor fundamental del paisaje, la cultura y la idiosincrasia de la región: el caldén, como mito y representación.
Sergio De Matteo *
Los libros que contienen estudios críticos sobre la cultura o, en este caso, sobre la literatura y la música, poseen hilos conductores donde emergen la identidad, el paisaje, la historia o la geografía; pero también son mojones donde se resignifica el capital intelectual de un territorio y, muchas veces, son disparadores de debate o sirven como ordenadores de las producciones emergentes respecto a las legitimadas de la tradición.
En ese sentido, hay hitos insoslayables cuando se realiza la relectura del corpus de una región, en donde existen acepciones y reconocimientos a la biblioteca que sostiene y da sentido a un lugar. Por lo tanto, el trabajo de zapa siempre alumbra algo que ha quedado olvidado o postergado, que la dominante de una época no consideró e irrumpe en otro momento de la historia. Queda claro que en ese devenir hay un juego pendular, en el cual puede «pasarle a la historia el cepillo a contrapelo» (Benjamin, 1974) y traer lo obviado o ignorado por la hegemonía al presente, pero también es cierto que toda obra, al decir de Bajtín (1982), «todo sentido tendrá su fiesta de resurrección».
El investigador, escritor, docente y traductor Omar Lobos ha emprendido un trabajo importante al rescatar una serie de textos fundantes de las vivencias e idiosincrasia pampeana, transitando, se podría decir, con ese relato cultural entremedio de columnas de gran envergadura que conforman la historia literaria de la provincia de La Pampa.
Monte de Caldén.
Con el título «El monte de caldén en las letras pampeanas. (Crestomatía)» aporta un material que abarca diversos géneros literarios y, además, canciones, que dan asidero a una compilación novedosa por la temática que desentierra de los anaqueles de la misma literatura zonal y el estudio introductorio que fundamenta y difunde textos que refractan el camino territoriano y provincial.
Haciendo pie en la etimología de «crestomatía», del griego chrestomátheia, el diccionario de la RAE indica: «Colección de escritos selectos para la enseñanza». Volviendo al origen de las palabras, tenemos la descendencia del adjetivo griego chrestós -útil- y del verbo mantháno -aprender-; es decir, algo que es útil para aprender. Esa es la lección del maestro, aludiendo a Jorge Luis Borges, de descubrir entre lo publicado y lo inédito obras que forman o formarán parte del acervo cultural del pago, poniendo luz en hechos y sucedidos que fueron importantes en su tiempo y que, debido a la selección de los bienes culturales representativos, a veces, caen en el olvido o no forman parte de esa grilla de donde aprender para poder estar-situados.
Afirma Lobos que «el cruce entre ‘literatura y paisaje’ o ‘literatura y región’ ha sido y es tan recurrente como fecundo en la configuración de las letras provinciales. Tal vez sea un rasgo propio de todas las culturas que podríamos llamar ‘terruñales’, de fuerte apego a la tierra y el entorno; pero en el caso pampeano -en términos primero territoriales y luego provinciales- en un comienzo ha operado, sin duda, la necesidad de construirse una identidad determinada cuando, luego de la ‘conquista del desierto’, nuevos hombres vinieran a afincarse al territorio y trataran de conocer, interpretar y ordenar esta tierra para ellos dura y nueva».
Desde lo raigal y profundo de la tierra, con su carga de sentidos, muches creadores han abonado ese terreno con obras fundantes que son citadas en el libro, desde Morán, Girbal, Nervi, Prado, Morisoli, Cazenave, Gonzalo, Durango, Berdasco, Ponce, entre otres. He aquí la particularidad que agrega esta publicación a los estudios de literatura pampeana, cuando en ese complejo fenómeno que es el arte, con sus genotextos y fenotextos, Lobos identifica una raíz que existía pero no estaba estudiada. El índice (El monte originario; La tierra del caldén; Las hachadas; Vivir en el monte; Las hacheras; El monte hoy; además del Cancionero y el apéndice de Testimonios) enuncia una profusa cantidad de autores/as y textos que hacen referencia, justamente, al planteo expuesto en la introducción: «Sin embargo, más allá de estos antecedentes que hemos someramente citado y la mucha literatura generada en torno a ellos […] no distingue como especificidad una literatura del monte».
Literatura y Ciencia.
Sin embargo, hay que destacar que esta obra de crítica literaria excede el propio campo escriturario, porque trasciende la misma y abarca a toda la cultura, es decir, son los signos y los símbolos que amalgaman a una comunidad y la hace rumiar como pueblo.
Omar Lobos no sólo rescata bibliografía literaria y musical que hace referencia al monte de caldén, sino que, además, apela a publicaciones científicas para reforzar la idea del significado que ha tenido, y tiene, para los hombres y mujeres que habitaron y habitan la provincia de La Pampa. Por ende destaca que «En el año 2011, la Provincia de La Pampa promulgó la ley 2.624, conocida como Ley Provincial de Bosques, en concordancia con la Ley Nacional de Bosques 28331, del año 2007. La norma está destinada a proteger el ecosistema del caldenal y el jarillal, planificar actividades de conservación y manejo sostenible así como de restauración de bosques nativos degradados, y regular actividades como el desmonte».
Muchas veces las obras literarias se adelantan al tiempo real, al de la existencia en sí, y proyectan posibles mundos, posibles episodios, se anticipan al porvenir (Badiou, 2005), o reescriben lo acontecido, porque se deben analizar «representaciones supuestamente ‘realistas’ de la realidad, determinar el modo poético dominante en que está expresado su discurso» (White. 2010). Varios de los textos que conforman la antología cumplen esa función pero, atentos a la realidad, al devenir cotidiano, el propio libro de Lobos sirve como testimonio a una noticia importante para la región; y corresponde al anuncio del Gobierno provincial de crear un área para proteger el bosque de caldén, que es único en el mundo. El futuro Parque Nacional tendrá más de 30.000 hectáreas. Justamente Fabián Tittarelli, el subsecretario de Ambiente de la provincia, resalta que «el caldén es nuestro sistema boscoso que nos identifica como pampeanos. En épocas anteriores ha sufrido mucho con los violentos desmontes de las grandes hachadas.
A pesar de todo La Pampa ha sabido mantener sus áreas de bosques en condiciones aceptables. La Pampa tiene el 70% del caldenar que permanece en pie en el país».
Volviendo al trabajo del escritor e investigador Omar Lobos, oriundo de Winifreda y con residencia en la ciudad de Buenos Aires, la de revisitar la construcción literaria de La Pampa, pues en su estudio y antología propone una nueva mirada sobre un elemento esencial y único del territorio que ha sido simbolizado por diferentes generaciones. Con la idea de redescubrir algo existente, el monte de caldén y sus representaciones (la literatura del monte), pero solapado por otros imaginarios, apela a la crestomatía para que continuemos aprendiéndonos en nuestro propio lar, desde la sabiduría de los pueblos originarios hasta las interpretaciones culturales contemporáneas, con el afán de donarnos belleza y una colección de escritos selectos para la enseñanza.
Pampas de Mamull-Mapú.
Cada una de esas regiones ha generado sus propias manifestaciones culturales y la literatura ha abrevado en ellas. […] Pero mientras la literatura de la pampa húmeda se ha construido fundamentalmente sobre la gesta inmigratoria, deviniendo así en «Pampa gringa», y la del Oeste pampeano, sobre la tragedia del río robado, la literatura que abreva temáticamente en el mundo del monte pareciera menos sistematizada en el imaginario que la de las otras dos regiones que la encierran, menos visibilizada como corpus. […] A la franja natural del monte de caldén se ligan diversas y sucesivas capas culturales. En primer lugar, fue morada de nuestros paisanos originarios hasta la llamada «conquista del desierto», y en el corazón del monte se encontraban las grandes capitales Leubucó y Chilihué, a las que habría que agregar Toay (en tanto «capital vorogana»); en él debían internarse los viajeros y comisionados que necesitaban entrevistarse con los caciques o realizar otro tipo de cometido. Hugo Alfageme, en su trabajo «El caldenar, bosque nativo de La Pampa. Una visión de los viajeros de los siglos XVIII y XIX», recoge testimonios sobre este período desde el año 1781, como los del maestre de campo Don Manuel Pinazo y los del explorador y naturalista español Félix de Azara, pasando por los del chileno Luis de la Cruz en 1806, Lucio V. Mansilla en 1870, Estanislao Zeballos en 1879, hasta Juan Bautista Ambrosetti en 1893.
Concluido el dominio del indio, comenzaría la deriva que implicaría la explotación -fundamentalmente como combustible para el ferrocarril durante las dos guerras mundiales- de la madera del caldén por un lado y la necesidad del desmonte para ganar tierras de cultivo por el otro; en ambos casos, el ferrocarril es el protagonista, surcando las entrañas mismas del caldenar, con los pueblos nacidos a su vera allí dentro, con el desarrollo del mundo de los obrajes, los ramales desprendidos a lo profundo de las explotaciones, la industria de los aserraderos; y ligado a ello también habría que agregar el desarrollo de especies animales -hoy típicas de la provincia- importadas de Europa con propósitos fundamentalmente cinegéticos (y mentamos a Pedro Luro). Pensemos en lo que tiene de pionera y medular esa frustrada vía que nace en Bahía Blanca y se extiende hasta Toay, cuyo propósito final nunca cumplido era enlazar en Villa Mercedes (San Luis) con la línea de Buenos Aires al Pacífico. Se construyó entre 1891 y 1897, y fue la primera que, hendiendo el monte, cruzó el territorio de la Pampa Central. En 1897, el ferrocarril de Bahía Blanca a Zapala completaría su breve paso por los montes del sur, en el departamento de Caleu-Caleu. El Ferrocarril del Sud hizo también la entrada a Guatraché y Remecó en 1906, y será una línea muy importante en la historia de la explotación maderera. Y después vendrían las otras tres líneas del norte, que harían su trazo por entre el caldenar: la más norteña, que alcanza Chamaicó en 1907, seguida por la más profunda hacia el oeste pampeano, que alcanza Telén en 1908, y mucho después la que cruzaría Ingeniero Foster hacia Arizona (San Luis) recién en 1926. […] Un tercer momento histórico en lo que toca al caldenar lo representaría el desmantelamiento del mundo de los obrajes a partir de los años 50, y la supervivencia en el monte -podemos decir que hasta el día de hoy- de hacheros aislados que continúan realizando tareas de desmonte, leña y provisión de postes y rollizos para la industria maderera. Es el mundo que inmortalizará el cineasta Jorge Prelorán con su película «Los hijos de Zerda», de 1975, en cuya génesis y realización toman parte escritores y músicos pampeanos como Walter Cazenave y Rubén Evangelista. fuente diario La Arena - Suplemento Caldenia
* Colaborador
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«El investigador, escritor, docente y traductor Omar Lobos ha emprendido un trabajo importante al rescatar una serie de textos fundantes de las vivencias e idiosincrasia pampeana».