Mirtha Castañeira, productora agropecuaria pampeana, describe sus tareas diarias a la par de los hombres, cuenta acerca de sus intervenciones en pos de la comunidad y comparte sus anhelos de cara al futuro para la mujer de campo.
En el Mes de la Mujer, desde el segmento de La Agrícola nos propusimos visibilizar la labor de las mujeres en la ruralidad pampeana. Para eso, esta vez conversamos con Mirtha Marcela Castañera, cuya historia refleja la dedicación y fortaleza que muchas mujeres rurales demuestran día a día en su trabajo en el campo.
Por lo general, durante el mes del #8M, se pasa por alto a un actor fundamental en las comunidades agrícolas: la mujer rural. A menudo olvidada, su trabajo es cada vez más importante tanto para la producción agrícola y ganadera como para el desarrollo y la sostenibilidad de las comunidades rurales y, en última instancia, del país.
Mirtha Castañera, de 52 años, es una mujer con raíces profundas en el campo. Desde hace más de treinta años vive una historia de amor y compromiso con la tierra que la vio nacer. Natural de Winifreda, provincia de La Pampa, comenzó su vida laboral en un estudio contable, donde pasó tres años antes de casarse, a la edad de 21 años, con Juan Carlos, oriundo de Mauricio Mayer.
Han transcurrido tres décadas desde entonces, en las que Mirtha construyó un hogar y una familia en el campo, con dos hijos, uno de treinta y otro de 26. Para ella, el campo es más que el lugar donde vive y trabaja. «Es mi lugar en el mundo», le gusta decir.
El establecimiento, que lleva el nombre Mary Car, es un espacio de 200 hectáreas ubicado a 11 kilómetros de Winifreda y a 7 kilómetros de Mauricio Mayer. Con una extensión considerable pero no excesivamente grande, las 200 hectáreas se distribuyen principalmente para la siembra y cosecha de cultivos y el pastoreo de ganado. Tienen vacas, chanchos y este año, «una linda pollada». En su época fue un criadero grande, pero las crisis económicas y malas cosechas que se sucedieron a partir de la década de los 90 hicieron que se reduzca. «Somos una familia productora chiquita», explica.
Tareas de mujeres vs. tareas de hombres
Los roles de género, se sabe, dividen el mundo entre las «cosas de varones» y las «cosas de mujeres». Estos estereotipos muchas veces organizan las tareas y roles a nivel social, sea en el campo o en la ciudad. Sin embargo, en estos tiempos en que las barreras de género comienzan a derrumbarse, o al menos a cuestionarse, Mirtha es un claro ejemplo de cómo la mujer puede cumplir las mismas labores que el hombre. Sin ir más lejos, asegura que prefiere estar afuera trabajando y ensuciándose a quedarse adentro con las tareas del hogar.
«A mí no me gustan las tareas de la casa. A mí me gusta andar afuera, andar con la pala, limpiar un alambrado, con los animales. Te soy sincera, para cosas como tender las camas reniego», describe y cuenta que en su hacienda existe un compañerismo necesario, una ayuda mutua que lleva a que las tareas sean más equilibradas entre todos.
«Durante la época de cosecha, cuando los hombres se van a hacer la extracción y embolsado del cereal, me quedo mucho tiempo sola, pero también me ha tocado ir a embolsar. Acá se hace todo en conjunto. Los hombres, si tienen que hacer la comida, la hacen, lavan los platos. Y si yo tengo que hacer afuera lo que hacen ellos, lo hago, es mutuo».
En el pasado, cuando los chicos iban a la escuela o a la facultad y Mirtha quedaba sola con su esposo, «no quedaba otra que ayudarle».
«Hago lo que sea: si hay que cortar leña con la motosierra, te corto leña; si hay que sacar un ternero, he sacado un ternero de una vaca sola porque acá no había nadie. Lo que sea, no le hago asco a nada».
Mirtha no se reconoce como una persona activa políticamente. Aún así, cuenta que participa seguido de reuniones, por ejemplo, para tratar la problemática de los caminos vecinales. «Desde que estoy casada que vivo haciendo cartas, que peleo con los intendentes porque tenemos una parte que pertenece a Mauricio Mayer y otra parte a Winifreda para circular, y nadie se hace cargo de mantenerla», afirma.
Incluso, llegó a trasladar personalmente a los funcionarios para inspeccionar los caminos. Aunque logró algunos avances, como la limpieza de los alambrados que los empleados municipales llenan de tierra, persisten problemas recurrentes. Sin embargo, su compromiso sigue firme en esta lucha, demostrando su dedicación a la comunidad y su convicción sobre la importancia de los caminos en buen estado para las familias de la zona.
Mirando al futuro
Cuando habla sobre qué le gustaría que pasara en un futuro, Mirtha expresa su deseo de ver políticas a largo plazo que mejoren la situación del sector. Políticas económicas más estables podrían permitir una planificación más precisa y la reducción en los precios de la hacienda, que muchas veces les afectan negativamente, como ella misma cuenta «La hacienda una semana vale una cosa y a la semana bajó y así. Eso es lo que mata al chacarero». En este sentido, una política más segura contribuiría a aliviar los altos costos que enfrentan y a mejorar su situación general.
Pero hay otro anhelo profundo que Mirtha guarda en relación al campo, ese lugar que tanto ama y no cambia por nada en el mundo: «Me gustaría además pedir que no se vaya la gente del campo. Se que no podés intervenir en eso, ¿viste? Algunos se van por enfermedades, gente grande, sus hijos tienen ya otra vida. Pero es muy doloroso ver los campos abandonados. Pero bueno, acá seguimos nosotros firmes hasta que Dios quiera dejarnos acá».
En cuanto a las mujeres en el ámbito rural, su deseo es que permanezcan en el campo y continúen desempeñando un papel activo en la agricultura y la ganadería. Considera que su presencia es fundamental y espera con ilusión que algún día se cree un entorno que las motive a quedarse. «Mi deseo es que la mujer agropecuaria se quede en el campo», finaliza.