José María «Chelo» Córdoba es policía, descendiente de tercera generación de las familias Tobio y Córdoba, otrora puesteros de la zona de Limay Mahuida.
Nos contó, por conocimiento de «boca a boca» de sus abuelos y tíos, qué significó para ellos el corte del río Salado que, hace unos 50 años, obligó a una diáspora familiar. El logró que su abuela se reencontrara con algunos de sus 14 hermanos, a otros «nunca más los pudo ver».
Este es uno de los muchos testimonios de lo que significó para La Pampa y los pampeanos, el corte de los ríos Salado y Atuel. Además del despojo de un recurso natural vital, el daño ambiental, económico y social, en todos los casos irreparable.
Córdoba es subcomisario y encargado de la comisaría de Arata. Hace unos días, un compañero en la fuerza, Juan Manuel Ostertag, subió a Facebook varias fotos de un puesto abandonado cercano a Limay Mahuida, donde está a cargo del destacamento, y disparó su reacción porque es donde originalmente se desarrolló la familia Tobio-Córdoba.
El puesto Tobio.
El lugar en cuestión está a 10 kilómetros al oeste de Limay Mahuida, en una de las márgenes del cauce seco del río Salado. El Atuel corría cerca, a solo 8,5 kilómetros. Ostertag captó la tapera de un rancho de ramas y barro, y, como icónico objeto, lo que fue un farol de kerosene colgado de un alambre, el mismo que se ve en un video de El Bardino.
El funcionario policial expresó «como un poeta» en esa red social las sensaciones que le generaron ésas imágenes. «¡Erase una vez un Río! A las costas del salado, y en esta hoy tapera, se crió mi mamá y sus hermanos, Inés, Victoriana, Vicente, la Vasco, Maneco, y otros. Después quieren negar la existencia de los pueblos resistiendo el destierro, la inevitable partida y separación de niños, jóvenes, que jamás se volvieron a ver en sus vidas», denunció.
«Chelo» Córdoba le contó a LA ARENA fragmentos de su historia familiar. Cuando el río Salado corría, en la zona de Limay Mahuida, había numerosos puestos cercanos al cauce lo que indica que el oeste estaba poblado. «Mi abuela me contó que su familia estaba compuesta por su padre de apellido Tobio (Isaac) y su madre era Vargas. Que en esa zona vivía mucha gente. Los Córdoba, Quiroga, Pardiño, Corbalán, Fuentes, entre otros», reveló.
Así se vivía.
Córdoba explicó que lo crió su abuela Mercedes porque su mamá, María Edith, falleció cuando él tenía tres años. «Por eso digo mi vieja o mamá. Ahora tiene 84 años y la tengo conmigo en un geriátrico de Arata, lamentablemente tiene Alzheimer, pero la veo todos los días», dijo.
«Ella no era de hablar mucho, su amor para conmigo era gestual. Alguna vez me contó cómo vivían en el puesto, con lo justo, con escasa indumentaria, con carencias pero con un gran amor por su tierra», comentó.
«De niños, se levantaban muy temprano, tomaban leche con carqueja (a manera de té), y salían al campo con las chivas. Iban varios hermanos y regresaban después de la caída del sol. Pasaban todo el día en el campo. Cuando helaba y había viento, se ponían detrás de las plantas de jarilla todos juntos para tener menos frío», solía deslizar.
La diáspora.
En su charla, el joven veinticinqueño abordó la tremenda situación que afrontaron como familia ante el corte de los ríos. «Acá se criaron los Tobio. Mi mamá Mercedes Catalina después se casó con Dionisio Marciano Córdoba, convivieron primero en otro puesto, y cuando ya tenían 7 hijos el corte del río los obligó a irse a la zona de 25 de Mayo», afirmó.
«Se instalaron en un campito fiscal del paraje ‘Pozo Pampa’ que está al este de 25 de Mayo, yendo para Casa de Piedra. Ahí nacieron otros siete hijos», añadió.
También Córdoba señaló que la familia se tuvo que separar. Los 14 hermanos se diseminaron por Mendoza, dos hermanas en Capital Federal, otros anduvieron como «mensuales» por General Acha, Trenque Lauquen, otro está en Caleta Olivia. «Algunos volvieron a verse, pero a muchos no los vieron nunca más. Fue un desarraigo brutal», sentenció.
Reencuentro.
«Chelo» relató que ya estando en la policía, un día, «por 2005 creo», dio con un joven de apellido Tobio que tenía una causa. «Empecé a indagar y logré dar con dos hermanos de mi mamá (por su abuela). Soy un agradecido de todo lo que ella me dio, y por eso tal vez alguna vez, luego de 50 años de no saber nada uno de otro, los junté con el tío Vicente ‘Coto’ y con su hermano más chico, ‘Maneco’. No sé si para ellos significó mucho, por propia experiencia sé que a veces, después de tantos años, uno se vuelve ajeno a las personas que alguna vez compartió tanto», indicó.
Córdoba, un amante del folclore «nuestro», asume que visitar esa reliquia familiar es un deber pendiente. «Siempre quise recorrer ese mágico lugar que inspiró a Julio Domínguez, a don Edgar Morisoli, a Bustriazo Ortiz, y descubrir qué magia existe en un lugar desolado. O qué particularidad tiene la gente que ahí vive, como esa dama -limaymahuideña- a la que le escribió el Bardino en la ‘Flor del Jarillal’, que debió mudar su cuerpo a Catriel, a 25 de Mayo. La escucho y veo el video de El Bardino, y siento que ahí está reflejada una buena parte de la triste historia, de lucha, despojo y desarraigo, de nuestra familia», concluyó. La Arena