- Por Norberto G. Asquini -
El gobernador Sergio Ziliotto anunció en la semana una suba en los impuestos a los bancos privados, que hizo punta a nivel nacional y que va de la mano con el proyecto del presidente Alberto Fernández de gravar a las grandes fortunas. El mandatario mencionó la ideología y la “solidaridad” (categoría política de uso habitual del presidente) como fundamentos de esa decisión. Y abrió el debate.
Todo cambia
El mundo, nuestro mundo conocido, está cambiando con la pandemia. Estamos ante un “hecho social total”, en el sentido de que convulsiona al conjunto de las relaciones sociales y conmociona a la totalidad de los actores, de las instituciones y de los valores, indica Ignacio Ramonet. En lo político, algunos ven que puede llegar a derivar en un mundo más justo y solidario. Pero no se pueden hacer predicciones.
La presencia del Estado se hizo central con la pandemia, y el rol del Estado (peronista) cobra otras dimensiones. Ahora también se avanza sobre lo económico, al menos en este punto. El peronismo, como la sociedad, como la política en general, busca cumplir su papel ante las nuevas condiciones del presente que toca vivir.
Las fortunas y el “todos ponen”
Hay un basamento político fuerte y no solo económico en la decisión de Ziliotto. Si el gobernador Axel Kicillof no quiso hablar de ideologías ante el cuestionamiento de algunos sectores a la llegada de médicos cubanos a su provincia, Ziliotto uso la palabra ideología para dar fundamento a su decisión. Solidario es ser socialmente justo.
En ese sentido el gobernador respalda decididamente al presidente Fernández en el proyecto de ley que se impulsa en el Congreso para crear un impuesto a los grandes patrimonios. Avala esa intención de gravar las grandes fortunas. Es que la desigualdad se hace más visible cuando se da un fenómeno de crisis extrema, en la que todos pierden, pero más pierden los vulnerables.
“Es el mismo análisis que hago con el impuesto a los bancos privados. Es momento de solidaridad, donde todos ponen. Y de acuerdo a su realidad, a su patrimonio y a sus ganancias. Los vulnerables ponen mucho quedándose en su casa sin salir a trabajar, los bancos no han acompañado esto”, fueron, más o menos, las palabras del mandatario pampeano en las charlas sobre el proyecto de gravar la riqueza. Los diputados pampeanos votarán la ley cuando llegue al recinto y ya lo hablaron con Ziliotto. Ariel Rauschenberger fue uno de los que estuvo en la letra chica de la iniciativa de su par Carlos Heller.
El nuevo mundo de la pandemia donde los modelos liberales se chocan las paredes, como ocurre en Inglaterra, donde tuvieron que imprimir 220 mil millones de dólares para afrontar una economía en picada en una crisis que consideran la más profunda que se haya visto en el último siglo, se debe enfrentar con otra receta. Los ultraliberales reclaman Estado, el mismo que contribuyeron ferozmente a desguazar, en Europa y en América, incluso en sus funciones esenciales.
En La Pampa, Ziliotto coloca a la banca pública (o mixta) al servicio de los “perdedores” económicos de la pandemia, aunque no pueda auxiliar a todos. Un Banco de La Pampa que sale de su concepción conservadora y está fortalecido por las ganancias conseguidas durante años, y a las que contribuyeron las y los pampeanos. Y al que se le pide que intervenga, si bien le faltan reflejos para accionar.
Ni silencios, ni fake news
Ziliotto habla, propone y define. Cuánto de cuarentena, cuánto de controles, cuánto de apertura a la economía. La imagen del mandatario, en tiempos de incertidumbre, está presente todos los días en los medios. Una reunión por videoconferencia, una conferencia de prensa, una declaración.
Carlos Scolari analiza que cuando se producen crisis políticas o económicas, pueden darse diferentes situaciones a nivel discursivo. Por un lado, los principales actores pueden permanecer en silencio. Algo por el estilo sucedió con el presidente Fernando de la Rúa durante la crisis del 2001: el silencio presidencial generó un vacío comunicacional que, además de elevar la incertidumbre, motivó la aparición de infinidad de rumores.
“Ante el mutismo de los grandes actores, puede pasar que el resto de enunciadores comience a compartir mensajes, crece el pasapalabra y la red discursiva se llena de cuchicheos, patrañas, bulos, fake news y otras especies textuales”, indica el especialista. La baja producción de sentido es tan mala como la excesiva.
Ziliotto ocupó un lugar por encima del silencio y de la descontrolada sobreinterpretación. El Estado está presente contra las fake news, contra la “infodemia”, la pandemia de la desinformación. En momentos de coronavirus, cuando en Europa tanto desde la derecha como desde ciertos progresismos miran hacia los Estados autoritarios como modelos, el mandatario impone los controles, pero habla de los derechos de los ciudadanos cuando hay abusos en hacerlos cumplir.
Pensar lo que se viene
Maristella Svampa indica que el coronavirus “nos arroja al gran ruedo en el cual importan sobre todo los grandes debates societales: cómo pensar la sociedad de aquí en más, cómo salir de la crisis, qué Estado necesitamos para ello; en fin, por si fuera poco, se trata de pensar el futuro civilizatorio al borde del colapso sistémico”. Si bien la globalización, como fenómeno del capitalismo, está como siempre vigente, como apuntan diversos intelectuales.
El proyecto de Ziliotto de aumentar impuestos a la banca privada lejos está de conmover los cimientos económicos del país. Como lejos está la letra plebeya y popular de la marcha peronista, “combatiendo al capital”, de ser parte de la ideología justicialista que buscó precisamente un capitalismo ordenado con presencia estatal.
Entre las alternativas del globalismo liberal y el Estado autoritario, el peronismo desde la contingencia, la emergencia diaria, propone a tientas el suyo.