En la columna de hoy nos vamos a dedicar a un tema por demás importante. Desde ya que algo tan amplio y trascendental como las pulverizaciones agrícolas no puede ser tratado acabadamente en un artículo periodístico. Pero, como siempre decimos, buscamos sentar las bases para que el amigo productor pueda, de la mano de su ingeniero agrónomo de confianza, mejorar los protocolos de producción. Asimismo se deberá capacitar al operario que hace los tratamientos, ya sea empleado fijo de la empresa o un contratista. Debemos dejar en claro que en las aplicaciones de cultivos extensivos hablamos de pulverización y no de fumigación. Esto se debe a que el agua, elemento que empleamos para vehiculizar los defensivos, es pulverizada en finas gotas de distintos tamaños según la necesidad. Fumigar, en cambio, es un fenómeno no deseado en este caso, que se produce cuando escogemos mal la pastilla pulverizadora, la presión de trabajo y/o la velocidad del equipo, generándose una niebla que vuela y no una gota que cae.
Dicho esto, vamos a enumerar seguidamente los aspectos clave a tener en cuenta a la hora de aplicar defensivos agrícolas a un potrero.
Antes que nada se debe recorrer el potrero objetivo y analizar la necesidad o no de una intervención química, ya sea para cortar una infección de malas hierbas, de insectos, de hongos o una combinación de ellos. Aquí se debe evaluar el umbral de acción, que es la densidad de plaga inmediata anterior al umbral de daño económico, o sea cuando la plaga genera una pérdida económica mayor al costo del tratamiento. Luego de determinar fehacientemente la necesidad de intervención debemos ver con qué familia de defensivos vamos a actuar.
Normalmente, se recomienda la combinación de dos o tres familias de herbicidas de distinto tipo de acción para evitar la generación de resistencia. En ocasiones puede ir acompañada de un insecticida o de un fungicida, por lo tanto es básico tener en claro la secuencia lógica de mezclado de herbicidas en el tanque según la formulación en la que se presentan comercialmente. Asimismo, se deberá constatar la compatibilidad entre ellos para ser combinados. Para esto es indispensable la consulta a un ingeniero agrónomo y también, en situaciones de incertidumbre, recurrir a una premezcla exploratoria en un recipiente, previo a la preparación del caldo de pulverización en la máquina, a los efectos de descartar la posibilidad de generación de precipitados que impidan la pulverización posterior a campo.
La clave para un buen trabajo con una máquina pulverizadora está en la capacitación del operario y la presencia de un ingeniero agrónomo responsable, siempre antes que se inicie un trabajo. Ello asegura poder hacer las correcciones necesarias en la calidad de aplicación, teniendo en cuenta las variables ambientales imperantes en ese momento y el objetivo final del tratamiento en ese lote puntual. Una vez que tenemos en claro el fitosanitario a aplicar, seleccionamos la boquilla de pulverización más adecuada a tal efecto. La misma está en relación al tamaño de gota necesario para lograr los impactos necesarios requeridos para un buen funcionamiento del agroquímico. En caso de que apliquemos herbicidas sistémicos (por ejemplo, hormonales) debemos tener al menos 20-30 impactos por centímetro cuadrado. Para herbicida de contacto (por ejemplo, un PPO) debemos elevar el número de impactos a 30-40 por centímetro cuadrado. En los insecticidas es similar a los herbicidas sistémicos. En cuanto a los fungicidas, son los más exigentes en cobertura llegando a requerir casi 70 impactos por centímetro cuadrado. La cantidad de impactos está relacionada al tamaño de gota y el caudal de agua por hectárea. Como regla general, a gota más fina más impactos, pero también más peligro de deriva. Por ello, habitualmente conviene aumentar el tamaño de gota, colocar adyuvantes especiales para aumentar el mojado de planta, y subir los litros por hectárea de agua para mejorar la cantidad de impactos que se pierden por aumentar el tamaño de gota. En los litros por hectárea no se debe exagerar, pues si tenemos un tamaño de gota muy grande, tal vez evitemos la exo deriva (vuelo de la gota fuera del lote) pero estaríamos aumentando en demasía la endo deriva (dentro del lote), lo que significa que el producto que debería tocar la superficie de un insecto o una mala hierba, finalmente puede terminar en el suelo. Vale aclarar que hay químicos que tienen como objetivo el suelo.
De lo expuesto queda claro que la pregunta no es ¿cuántos litros por hectárea de caldo debemos aplicar?, sino más bien ¿qué cantidad de impactos por centímetro cuadrado debemos obtener en la superficie objetivo? y ¿con qué tamaño de gota?, en pos de evitar la endo y exo deriva.
A partir de allí, determinando la última variable en cuestión, que es la velocidad de trabajo a la que podremos circular según el estado de la superficie del potrero, dejar definido de este modo los litros por hectárea para hacer la solución (caldo de aplicación).
Para ir finalizando, vamos a mencionar que es importante conocer la calidad del agua que se va a emplear para formar el caldo, el impacto de las variables ambientales, el modo de adicionar los químicos en el tanque de la pulverizadora y toda una serie de cuestiones que por cuestiones de espacio no vamos a desarrollar y queda el compromiso de tratarlo en una próxima columna.
En resumen, la labranza química y el cuidado de cultivos a través de defensivos agrícolas es, sin duda, una tecnología de amplia adopción. Sin embargo, a veces observamos que no estamos haciendo un uso correcto de la misma por falta de capacitación. Por ello, es preciso contar con un ingeniero agrónomo que nos asesore para evitar generar impactos negativos en el ambiente y la economía de la empresa agropecuaria. El Diario
Por Mariano Fava -
Ingeniero Agrónomo (M.P. 607 CIALP) -
Posgrado en Agronegocios y Alimentos -
@MARIANOFAVALP -
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