Martín Lobo marca el final y la semifinal se rompe. Juan Hours corre a Bruno Díaz cerca del banco de suplentes local con la intención de agredirlo. Falla en su primer intento. Intentan contenerlo pero no lo consiguen. El delantero de Sportivo y Cultural de General San Martín, ‘ciego’ porque lo habían gastado, insiste. Logra zafar de los brazos que lo sostienen y alcanza al defensor del Deportivo Mac Allister. El primer golpe desata una andanada de ataques. Lejos de calmar a los ‘sacados’, la mayoría se prende, de uno y otro lado. Y se suman los de afuera. Batalla campal.
Por diez pelotas.
La Copa Liga Cultural de fútbol es un torneo que se juega en forma paralela al Provincial, con la intención de que aquellos equipos que no lograron clasificar para participar del certamen más importante de La Pampa tengan la posibilidad de competir hasta fin de año.
La disputan clubes que durante los torneos oficiales intervinieron tanto en Primera «A» como en Primera «B», de las zonas Norte y Sur. En la primera fase se enfrentan los equipos de una misma región para evitar que los largos viajes generen mayores erogaciones. Incluso los primeros cruces eliminatorios se dan por cercanías geográficas. El objetivo es jugar sin gastar mucho, para que el fútbol culturalista no se muera durante los meses más lindos del año.
Como no hay ningún tipo de ascenso ni clasificación en juego, la recompensa para el campeón también es menor. Además de levantar una copa, de dar la vuelta olímpica y de sentirse ‘el mejor de los humildes’, el premio consiste en ¡diez pelotas!
Por eso se juega. Y por ese galardón, por más chico que parezca, el fútbol despierta pasiones. Pero también genera locuras como la de ayer en la cancha del Deportivo Mac Allister, en la que hasta se puso en riesgo la vida de algunas personas. Por una decena de balones.
Todos contra todos.
A falta de pocos segundos para el final, el partido, revancha de una de las semifinales de la Copa Liga Cultural, es favorable a Mac Allister por 3 a 0. En el encuentro de ida había ganado Sportivo y Cultural 2 a 1, por lo que el global mete a los santarroseños en la final y deja a los sanmartinianos afuera.
Durante todo el encuentro hay encontronazos, tanto adentro como afuera de la cancha ubicada a la vera de la ruta 5. Incluso en el entretiempo trasciende que algunos hinchas visitantes rompen algunos vehículos ubicados detrás de la tribuna local.
Una pelota que un simpatizante del equipo de General San Martín no devuelve; insultos de diferente tenor entre futbolistas e integrantes de los cuerpos técnicos; cargadas; amenazas; la expulsión del local Valentino Fossaceca por un par de duelos con algunos rivales que le valieron dos amonestaciones; la roja para el visitante Cristian Payela por una falta… El juego se ‘pica’ pero hasta los instantes definitivos no se sale de los carriles.
Aunque el último silbatazo cambia la historia. Final del juego y comienzo de la barbarie. Unos pocos esbozan un festejo, pero la corrida de Hours a Díaz y la primera agresión hace estallar al resto. Inmediatamente, los jugadores de ambos equipos que estaban cerca de la acción, como algunos colaboradores e integrantes del cuerpo técnico, se suman a la batalla.
Hay corridas por toda la cancha. Vuelan piñas, patadas criminales, codazos. Los cuatro efectivos policiales que hay dentro del campo de juego no saben a quién proteger, a quién aprehender ni a quién auxiliar. Los pocos protagonistas que no intervienen en la pelea dudan entre ir a separar o correr asombrados por lo que están viendo.
Algunos hinchas se trepan a los alambrados y se meten en la cancha sin que nadie los controle. Y se suman a la pelea. Un simpatizante de Sportivo, el mismo que se había robado la pelota en el entretiempo, cae nocaut luego de recibir un golpe de uno de los colaboradores locales. Parece muerto. Un largo rato después vuelve en sí tras la ayuda de algunos de los pocos que no están peleando.
A menos de dos metros, dos jugadores caen al suelo en plena disputa. Se siguen golpeando. Un tercero llega corriendo y le da una patada al de la camiseta del color diferente a la de los suyos. La imagen se repite al lado, con tapones de un botín que van directo a la cara de un colega.
El caos es general. De uno y otro bando juntan a los heridos como en una guerra. Los dos enfermeros corren de un lado a otro atendiendo a los más afectados. Otro hincha visitante se desploma noqueado tras un tremendo golpe de un futbolista. La escena también genera temor. Tardan en reanimarlo. No hay un muerto de casualidad.
Perdedores.
Cuando los agresores empiezan a bajar los brazos, el presidente del club local, Patricio Mac Allister, logra ingresar al campo de juego. Junto a su hijo Nicolás, coordinador del fútbol de la institución, arrean a sus jugadores hacia el sector de los vestuarios y, por fin, la batalla parece finalizar.
Pero antes de salir de la cancha, los mismos futbolistas locales se reúnen y empiezan a cantarle a sus rivales, gozándolos por el partido que acaban de ganar. El Pato vuelve a la carga para rechazar esa actitud y sacarlos del campo definitivamente. Perdieron todos. La Arena