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Reportaje exclusivo a un reconocido médico nacido en Winifreda


El médico Oscar Alfredo Merbilhaa, nunca olvida que sus raíces están en Winifreda. En esta localidad nació en 1957 y vivió hasta los seis años con su hermano Raúl, hasta afincarse en Buenos Aires donde estudió medicina

Oscar Merbilhaa cursó la carrera de medicina durante el proceso militar y se graduó en 1983 cuando regresó la democracia al país. Comenzó a desarrollar su actividad profesional en distintos hospitales públicos a los que ingresó ganando concursos con altas calificaciones. De esa manera, se incorporó al Hospital de Quemados “Arturo Illia”, ubicado en el barrio porteño de Caballito, dependiente del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Desde hace más de doce años se desempeña como jefe de cirugía y dirige un equipo multidisciplinario de especialistas y enfermeras dedicados a la atención de pacientes adultos y pediátricos con quemaduras de distinto grado.

Acaba de cumplir 62 años el pasado 24 de septiembre y en su memoria se mantienen imborrables sus orígenes y el largo camino que recorrió para convertirse en un profesional con altas responsabilidades. “Mi madre me contaba que me atendió el doctor (Miguel Eloy) Baldovino, uno de los médicos veteranos del pueblo, en un parto bastante difícil y en medio del campo. Dios quiso que naciera y así comenzó la historia de mi vida”, contó. Su madre se llamaba Hermelinda Sansa y su padre José Eduardo Merbilhaa. A sus abuelos no llegó a conocerlos pero su mamá siempre le contaba que tenían una asociación con Sansa Giordano, antiguos dueños de un almacén de Ramos Generales, de una estación de servicio y una sodería. Actualmente, tiene una prima hermana en Winifreda, Dora Gene.

A PROBAR SUERTE.

“Como la situación económica no era la mejor, mis padres, siendo muy jóvenes, emigraron a Buenos Aires a probar suerte. Cursé los estudios primarios en una escuela pública de Lomas del Mirador y el secundario en el colegio Normal de San Justo. A los 18 años me fui a estudiar medicina a La Plata con una mano atrás y otra adelante, en una época muy difícil porque era el año 1976 cuando comenzaba la dictadura militar”, recordó. Asimismo, señaló que “La Plata fue una ciudad muy castigada, llena de estudiantes del interior, fuimos muy reprimidos. Hacían redadas en la Facultad de Medicina y tenía compañeros que lamentablemente dejé de verlos de un día para el otro. Nunca me enteré que pasó realmente con ellos”.

Había conseguido trabajo en el Ministerio de Economía como administrativo en el Registro de la Propiedad. “Entraba a las 21 y salía a las 7 de la mañana, una hora después me iba a cursar al hospital y a la tarde a la Facultad. No pertenecía a ningún partido político ni agrupación, solo trabajaba y estudiaba”, continuó. “Se me hizo bastante difícil porque medicina es una carrera totalmente absorbente, a tal punto que fui a bailar por primera vez a los 27 años, nunca había tenido tiempo de hacerlo antes. A mis viejos los iba a visitar los fines de semana”, siguió.

PELEAR POR ATENDER

En sus años de universitario “compré un solo libro porque iba a la biblioteca de la Universidad a estudiar. La carrera la terminé en siete años porque como trabajaba no podía dedicarme enteramente, pero me fue bastante bien. Me recibí con 9 de promedio en 1983; siempre digo que se puede estudiar si uno realmente tiene ganas”. A poco tiempo de haberse recibido, tuvo “el honor” de conocer y saludar al ex Presidente Raúl Alfonsín en un congreso de cirugía desarrollado en La Plata. Llegaba el momento de trabajar de su profesión. “Rendí un examen bastante difícil para la residencia de cirugía general en el hospital Ramón Carrillo de Ciudadela, al lado de Fuerte Apache. Todos los viernes, sábados y domingos atendíamos cantidad de baleados y apuñalados, los que éramos residentes nos peleábamos por quedarnos de guardia los fines de semana. Permanecí hasta 1987 cuando me retiré como jefe de instructor de residentes”, rememoró.

LA CIRUGÍA PLÁSTICA

Después decidió inclinarse por la cirugía plástica. El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tenía una vacante en el hospital Ramos Mejía y dos vacantes en el Hospital de Quemados. Para cubrirlas se presentaron 750 postulantes, uno de ellos fue Merbilhaa. Rindió un examen de todas las materias de medicina y salió segundo mejor promedio. Eligió trabajar en el Hospital de Quemados. “Fue empezar de cero. Venía de operar pulmones, estómagos, de extraer proyectiles a cientos de pacientes hasta había operado cerebros pero entraba como residente de primer año, me ponían de segundo ayudante para hacer un puntito de sutura. Y uno tenía que aceptar las condiciones de trabajo”, indicó.

Después de tres años en actividad fue promovido a jefe de residentes y dos años después ascendió a instructor de residentes. Junto a médicos de otras partes del mundo, se presentó a un concurso abierto y ganó uno de los cargos más solicitados: jefe del servicio de cirugía, que ocupa desde hace más de doce años. En la actualidad coordina un equipo multidisciplinario. “En estos momentos tenemos 60 camas. Los pacientes están en habitaciones individuales con baño privado y aire acondicionado programado de acuerdo al tipo de quemaduras que tengan. Son atendidos por un cirujano, psicólogo, psiquiatra, asistente social, nutricionista, kinesiólogo y enfermeras las 24 horas. Todos trabajan en terapia intensiva e intermedia de adultos y pediátrica. A su vez tengo dos subjefes: uno de pediatría y otro de adultos, en los cuales delego responsabilidades porque aparte de mi actividad tengo que contestar oficios judiciales. Es que muchísimos accidentados son por intentos de homicidio, presos quemados por otros presos, mujeres quemadas por sus parejas o viceversa”.

INTENSIDAD DE TRABAJO

Ante una pregunta puntual respondió que diariamente en los consultorios externos se atienden en promedio entre 150 y 180 pacientes en horario matutino y 100 durante la tarde. Anualmente entre 70.000 y 90.000 personas. De acuerdo al grado de gravedad, los pacientes pasan al quirófano o quedan internados. “Un quemado con el 50% de la superficie corporal está aproximadamente tres meses internado, y hemos tenido pacientes hasta dos años internados”, dijo. Asimismo, con respecto a los avances en los tratamientos apuntó que “primero se extrae la piel quemada y después se hacen injertos de piel, se saca de otro sitio del cuerpo y se la trasplanta. Antes sacábamos el tejido quemado con un instrumento que se llama navaja de finochietto, hoy en día se están utilizando sustancias que son unas encimas que comen esa piel y aceleran los tiempos de curación”. “Es gigantesca la cantidad de pacientes que atendemos aparte en el hospital se hacen cirugías estéticas, lipoaspiración, inclusión de prótesis, reducción de mamas, entre otras cirugías relacionadas”, amplió. Reveló que todas las intervenciones quirúrgicas “son absolutamente gratuitas” para las personas sin cobertura, en cambio, se le factura a la obra social o al prepago.

ALTOS COSTOS

“El tratamiento de un quemado es costosísimo por la cantidad de curaciones, anestesia, antisépticos, antibióticos, gasas, vendas, sábanas, personal de enfermería. Todos los prepagos, incluso los más grandes, no cubren grandes quemados porque 30 días de internación cuesta en promedio entre 6 a 7 millones de pesos”, abundó. Se le preguntó sobre si se ha mejorado la supervivencia de los pacientes y en tal sentido respondió “totalmente, hemos sacado adelante pacientes con un 70 u 80 por ciento de quemadura corporal que años atrás fallecían. El gran quemado tiene un shock hipovolémico por pérdidas de tejidos y las primeras 24 horas de reanimación son fundamentales para la sobrevida”. El “alma mather” del centro sanitario “es el personal de enfermería que está altamente capacitado. Son todos licenciados en enfermería y realmente me saco el sombrero por la labor cotidiana que realizan”.

Consideró que en la sociedad actual “al quemado se lo ve como algo terrorífico. Todos los días ocurren accidentes imprevistos: explota una garrafa y te transformas en un discapacitado en un segundo. Vivimos en una sociedad donde tenemos que ser rubios de ojos celestes y de pronto aparece un quemado grave en sus manos, piernas, vista, cara. Es bastante difícil lidiar con eso, por eso en el hospital tienen muchísimo apoyo psicológico y no ponemos espejos en las habitaciones para que no se vean”.

En el hospital se han atendidos pacientes de las localidades pampeanas de General Pico y Santa Rosa. Cuando llegan “uno se interioriza, siempre el terruño me motiva a averiguar, pero tratamos a todos por igual, no hay preferencias entre pobres y ricos porque todos podemos estar en esa situación. En algún momento de nuestra vida nos hemos quemado con un fósforo, el horno, un cigarrillo, una braza, así que imagínense un 40 hasta un 80% de la superficie corporal afectada. Es terrible. La peor agresión que puede sufrir cualquier organismo vivo es una quemadura”.

HOSPITAL EMBLEMA

Oscar Merbilhaa sostuvo que el Hospital de Quemados “es emblemático en la Argentina y en todo Sudamérica” porque en sus instalaciones “no solo se tratan quemados graves y agudos sino también se enseña cirugía estética y se realizan trabajos de investigación”, los cuales hoy no cuentan con financiamiento del gobierno de la CABA. En la misma línea, recordó que el año pasado se inauguró una cámara hiperbárica “gracias a la donación de una empresa privada”. De acuerdo a un informe del centro de salud, el equipo sirve para el tratamiento de pacientes quemados internados y ambulatorios, cuya patología compleja requiere el porte de hiperoxigenación tisular. Permite combatir el stress celular, mejorando la microcirculación en los tejidos de pacientes quemados, diabéticos, lesionados por inhalación en incendios, quemaduras por radioterapia, angioplastias y otras patologías. “Al mismo tiempo estamos haciendo investigaciones en cultivo de piel y células madres para el tratamiento de dolencias graves. No contamos con financiamiento, es todo a pulmón y con la generosidad de empresas que nos donan algo”, contó el facultativo.

CROMAÑÓN

El médico nativo de La Pampa fue el primero que llegó al Hospital de Quemados el 30 de diciembre de 2004 cuando se produjo la tragedia del boliche Cromañón, que dejó como saldo 194 personas muertas y 1.400 sufrieron heridas. Las ambulancias trasladaron unos 80 muertos hacia el mencionado establecimiento sanitario. En medio de tanta oscuridad, Merbilhaa logró salvarle la vida un joven de 15 años que estaba en estado crítico.

De acuerdo a su visión, “los pacientes de Cromañón no murieron quemados sino asfixiados y envenenados. El techo que se incendió era una especie de esponja, al quemarse produce un gas que se llama ácido cianhídrico, que se utiliza en las cámaras de gas”. “Al hospital llegaron más de 80 muertos. Era algo dantesco y terrible verlo”, rememoró. Le llamó la atención un jovencito que estaba boqueando en la cochera del hospital. “Este chico es muy joven para morir”, pensó y estuvo hasta las 6 de la mañana ventilándolo por boca con un dispositivo llamado ambu. Ejerciendo su jefatura “logré llevarlo a terapia discutiendo con el terapista porque me decía que no tenía salvación y dejáramos la cama para alguien que realmente la necesitara. Conclusión: lo conectamos a un respirador, estuvo un mes en coma con muerte cerebral. Un viernes voy a verlo y me quedé pensando que ya no había más nada que hacer. El lunes llego temprano al hospital y lo veo sentado en la cama charlando con la psicóloga”. El sobreviviente se llama Mauro Fernández. “Lo abracé, le dije gracias por volver a la vida y me fui a llorar a mi despacho. A los 2 minutos vienen los padres y me abrazan porque se habían enterado de toda esta situación. Hoy con Mauro somos grandes amigos”, manifestó emocionado.

CENIZAS

En el cementerio de Winifreda descansan los restos de sus familiares directos. “Cuando falleció mi madre fui a dejar sus cenizas en la bóveda de la familia y me di una vuelta por el pueblo. Fue muy movilizante”, cerró. Su hermano Raúl, de 65 años, se desempeña como cardiólogo en la Fundación Favaloro y es director de un centro de rehabilitación médica que depende de dicha Fundación.

< Luis Barbaschi para suplemento Caldenia de La Arena >

 
 

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