Para quienes hacen siembra directa, el sistema de “labranza química” a base de glifosato está generando algunas dificultades durante las últimas campañas. El problema proviene del empleo durante muchos años de caldos de herbicidas demasiado simplificados, en algunos casos al extremo de usar un solo agroquímico (glifosato), por lo que la presión de selección artificial ejercida sobre las diferentes especies vegetales presentes en el agroecosistema provoca que se produzcan pequeños pero constantes escapes de algunos individuos de especies naturalmente tolerantes a las dosis de glifosato comúnmente usadas en la zona. La posterior diseminación de las simientes (semilla) va poco a poco incrementando la cantidad de cohortes o poblaciones paulatinamente más tolerantes a la droga para la que fueron involuntariamente seleccionadas, por lo que hoy muchos productores con posterioridad a una aplicación de glifosato, observan que algunas de las malezas presentes persisten aún después del tratamiento. Para superar este inconveniente, o mejor aún para evitar llegar a esta situación, se debe trabajar desde dos ángulos:
1. Rotando y mezclando familias de herbicidas con distinto sitio de acción en la ruta metabólica de la maleza.
2. Conociendo el ciclo de vida de la “mala hierba” en cuestión, para intervenir en el momento que es más susceptible a la acción de los herbicidas.
En efecto, ya no solo basta la aplicación de glifosato para dejar un lote limpio de plantas indeseables. La mezcla de familias de herbicidas permite disminuir dosis de ingrediente activo de un herbicida en particular respecto de si se lo usara solo, y mejorar el espectro de control sobre las plagas. Hoy se habla de los caldos de aplicación de triple acción, es decir, mezclando tres familias de herbicidas, donde cada una se emplea en promedio a una dosis de alrededor del 60% respecto de si esa molécula se empleara sola, especialmente en el caso de los de acción residual. Sin embargo, si bien cada vez más agricultores mezclan herbicidas en una misma aplicación, en general a veces cometen el error de combinar y rotar químicos, pero siempre dentro de la misma familia de herbicidas.
O sea, si bien todos son distintas marcas comerciales o principios activos, actúan en la misma ruta metabólica, lo que en la práctica es como si usáramos siempre lo mismo, no logrando el objetivo deseado de evitar generar resistencia en las malezas.
Otro inconveniente relacionado a la falta de rotación de familia de herbicidas se produce en el caso de los de acción residual, como por ejemplo podemos citar los “ALS”. En estos casos estamos en una condición peor aún, porque vamos a tener dos efectos no deseados, uno por la generación de resistencia al herbicida por parte de la mala hierba, y el otro porque podemos tener el “efecto carry over”, es decir que el herbicida persiste de un cultivo al siguiente en la rotación y puede generar daños por fitotoxicidad en caso de que sea susceptible la especie que sigue en la ocupación del potrero, con el consiguiente perjuicio económico que se puede manifestar desde una disminución de rendimiento, hasta la pérdida del lote en caso de envenenamiento grave del cultivo. La familia de herbicidas (ALS) son el ejemplo paradigmático de esta problemática, entre sus integrantes están el metsulfuron, el clorimuron, el imazetapir, etc. Como algunos de estos agroquímicos son muy económicos y eficientes, son empleados de manera continua, a veces en más de una oportunidad dentro del año calendario para un mismo potrero, con el agravante de que incluso se puede llegar a abusar en las dosis, pues es de un costo relativamente bajo respecto de otros principios activos. Muchas veces cuando el pH del suelo no es adecuado, como ocurre en varias zonas de nuestra provincia, la persistencia del principio activo en el suelo aumenta, generando verdaderos problemas de fitotoxicidad por “carry over” o acumulación en el suelo. Años de bajas precipitaciones también aumentan la vida media de la acción herbicida en el potrero. Por todo esto es indispensable la consulta a un ingeniero agrónomo a la hora de hacer un uso correcto de la herramienta química, para no tener sorpresas desagradables, ya sea por el escape de malezas tolerantes a herbicidas, pérdidas de cultivos, o disminución de rendimiento por residuos de herbicidas.
Ahora bien, suponiendo que hacemos una combinación y alternancia correcta de moléculas de herbicidas, debemos tener presente también las cuestiones de incompatibilidad de tanque. Los caldos de aplicación son cada vez más complejos y se componen de varios productos, por ejemplo, en una misma receta, puede haber un corrector de agua, un adyuvante, más de dos o tres herbicidas y a veces hasta un insecticida, cuando no también un fungicida que acompañe a esa verdadera “bomba” química. Si bien la combinación de productos es una herramienta viable, que sinergiza la acción herbicida, no significa que todo se pueda mezclar con todo, y una vez más recomendamos la consulta al ingeniero agrónomo.
El otro aspecto al que debemos referirnos es al ciclo de vida de las malezas, hay muchas de ellas que son susceptibles a un agroquímico en una cierta etapa de su desarrollo ontogénico, en general cuando están chicas, es por ello que aunque el lote no “verdee” (como vulgarmente se dice), quizás si la cantidad de individuos pequeños presentes es importante, debiéndose aplicar el herbicida de todas maneras, para evitar que la planta crezca, llegando a un estado de su ciclo de vida que le aumente la tolerancia a herbicidas. En este caso es importante la utilización de moléculas de acción residual que nos permitan llegar a la siembra con el lote limpio, sin tener que repetir en varias oportunidades una aplicación, lo que es económica y ambientalmente poco recomendable. Es decir, cambiar el concepto de manejo de herbicidas haciendo foco en los residuales, dejando los de contacto como tratamiento de rescate. Sin embargo, hay que tener presente qué cultivo se va a plantar a posteriori, pues el herbicida escogido y los días transcurridos de su aplicación a la fecha de siembra definirán si la especie tolerará o no ese tratamiento.
En resumen, la aplicación de herbicidas plantea desafíos para lo que hay que manejar un caudal cada vez mayor de conocimiento técnico, con lo cual la consulta al ingeniero agrónomo es el punto de partida que permitirá tener el mejor efecto posible, con el menor costo económico y ambiental, a los efectos de mantener una explotación sustentable en el tiempo. El Diario
Mariano Fava -
Ingeniero agrónomo (MP: 607 CIALP) -
Posgrado en Agronegocios y Alimentos -
@MARIANOFAVALP