Luego de un otoño inusualmente benigno en cuanto a lluvias se refiere, la siembra del trigo viene firme pero algo retrasada. En efecto, varios días de temporal impidieron el normal desarrollo de las labores agrícolas, eso ha demorado un poco el avance del área plantada.
Sin embargo, apenas hemos iniciado el mes de julio, por lo que aún contamos con una ventana de siembra suficientemente amplia para completar el programa de trigo 2019/20. Para la zona triguera quinta sur, a la cual pertenece la provincia de La Pampa, tenemos una fecha máxima de siembra, respetando los ciclos de madurez de los cultivares de trigo, que va hasta el 10 de agosto aproximadamente, es decir, tenemos un mes más.
Lo que se ha sembrado a la fecha presenta un excelente estado general de los cultivos, con buena reserva de agua en el suelo. El reciente período de heladas ha posibilitado un buen enraizamiento de la planta, pero sin afectarla de manera importante.
Como mencionamos en anteriores columnas el excelente precio del trigo disponible, que ronda los 200 dólares por tonelada, y el valor “adecuado” del cereal a cosecha, promediando los 170/180 dólares estadounidenses por tonelada, hacen de que nos encaminemos no solo a la campaña de mayor área sembrada de los últimos años, sino que seguramente será la de mayor tecnología aplicada en la historia de este cultivo. Por lo que si finalmente el clima en primavera acompaña, tendremos un “récord de récord” en materia de producción.
Sabido es que septiembre es un mes definitorio en cuanto al trigo se refiere. En general, los años con lluvias primaverales tempranas son años con buenas producciones de trigo. Cuando las lluvias se empiezan a demorar, es común recibir la consulta como técnico de algún productor preocupado, deseando conocer cuánto tiempo es capaz el cultivo de “esperar la lluvia” sin afectar sensiblemente su rendimiento. Para responder esta pregunta vamos a analizar brevemente los aspectos del desarrollo del trigo que más importancia relativa tienen en la generación del rendimiento.
Numerosas evidencias científicas concuerdan que de los dos componentes del rinde, granos por metro cuadrado y peso de los mil granos, el que más peso relativo tiene es el primero mencionado. Esto se debe a que si bien el peso de los granos varía, el mismo se define en un período muy corto de tiempo, que va desde la floración hasta la madurez fisiológica (momento en el cual el trigo deja de acumular materia seca y solo pierde humedad, este coincide aproximadamente con un 37% de humedad en grano). Además, en caso de algún estrés en este período, el cultivo es capaz de completar el llenado de grano con fotos asimilados generados en etapas anteriores, y que mayormente se alojan en el tallo. Se ha estimado que hasta el 30% del peso de los granos puede ser aportado por removilización de fotosintatos, con lo cual luego del cuaje, es poco probable que un estrés pueda afectar de manera importante el peso de los granos, y consecuentemente el rendimiento.
De lo expuesto anteriormente se deduce, que debemos dirigir los esfuerzos en lograr la mayor cantidad de granos por metro cuadrado, si queremos obtener altos rendimientos. Este componente del rinde queda definido en una ventana de tiempo mucho más amplia que la anterior variable analizada. Podemos decir que prácticamente empieza con la siembra, pues en ese momento, según la densidad de siembra utilizada, será en número de plantas por hectárea, que luego del macollaje no dejará definido el número potencial de espigas por metro cuadrado, por ello a medida que atrasamos la fecha de siembra debemos aumentar los kilogramos de semilla por hectárea utilizados, pues contamos con menos tiempo para el macollaje. Vale aclarar, que no todos los macollos llegan a desarrollar una espiga, en general varios de ellos mueren, y los asimilados que ellos poseen son removilizados por la planta. A su vez, la espiga del trigo que todos conocemos está formada por varias espiguillas, las cuales a su vez tienen varias flores, de la cantidad de flores diferenciadas y de cuantas sobrevivan y cuajen, dependerá el número de granos por metro cuadrado. El período de tiempo más importante para este proceso es “20 días antes y 10 días después de la floración”, y que el mismo ocurra en un momento conveniente para el buen acontecer del mismo dependerá de respetar la fecha de siembra óptima para cada variedad, según su ciclo de madurez. Si convenimos que la fecha media de floración de los trigos en La Pampa es el 15 de octubre, veremos que podemos esperar las precipitaciones hasta mediados de septiembre, sin preocuparnos porque algo grave le pueda pasar al rendimiento de nuestro cultivo, esto obviamente si logramos oportunamente un buen stand de plantas y un aceptable desarrollo de la sementera.
Para finalizar, es importante mencionar cómo afecta a este período las variables ambientales como la radiación y la temperatura, la primera lo favorece, es decir a mayor radiación mayor será la tasa de crecimiento del cultivo, mientras que la temperatura lo afecta negativamente, acelerando el desarrollo del cultivo. Es decir que la mejor combinación para el trigo sería una primavera soleada y “fresca”, con lluvias por lo menos a mediados de septiembre. El Diario
Mariano Fava -
Ingeniero agrónomo (MP: 607 CIALP) -
Posgrado en Agronegocios y Alimentos -
@MARIANOFAVALP -