Como ya hemos mencionado anteriormente en esta columna, la provincia de La Pampa tiene dos áreas agrícolas bien definidas. Una de ellas es la planicie con tosca, donde predomina un manto cálcico subsuperficial que limita la exploración de las raíces de cultivo, a la vez que reduce drásticamente la capacidad de almacenaje de agua de los potreros, siendo una limitante importante en la producción. A favor tiene que la textura del suelo (fracción de arena, limo y arcilla) es un poco más fina, es decir menos arenosa, lo que le da una retención promedio de unos 15 milímetros de agua por cada 10 centímetros de suelo. En contraste está la planicie medanosa, sin limitantes para la exploración de las raíces, pero con menos de retención de humedad por centímetro de suelo (en promedio un mm agua/cm suelo); pero que compensa largamente el agua potencialmente disponible para el cultivo a tanto como puedan llegar de profundo sus raíces. En el caso del trigo o la soja el sistema radicular llega hasta los 2 metros, mientras que en el maíz o el girasol ambos pasan largamente los 3 metros, es decir un potencial de almacenaje muy grande con esta capacidad exploratoria. Es en este tipo de ambientes (suelo arenoso profundo) el cultivo suele usufructuar la napa freática originada luego de un período de excesos hídricos, teniendo un verdadero “equipo de riego” debajo del suelo.
El sistema radicular de los cereales de invierno (trigo/cebada) hace que la planicie con tosca sea la zona triguera por excelencia. Es así que al hablar de trigo en La Pampa todos pensamos en Eduardo Castex al norte y en Miguel Riglos al sur, como ejemplos paradigmáticos. En efecto, la planicie medanosa, como puede ser la localidad de Quemú Quemú o de Catriló, está más bien definida como una zona girasolera, con muy baja tendencia a sembrar cereales de invierno, ya que no funcionan tan bien como los de verano, relativamente hablando. Sin embargo, con el avance de las malezas resistentes a glifosato, debemos comenzar a plantar más cereales de invierno en la zona arenosa. Es por ello que recomendamos, para la planicie medanosa, pensar en la cebada, ya que es un cultivo con algunas ventajas comparativas para esa zona respecto del trigo. En cuanto a las cuestiones agronómicas más destacadas de este cultivo podemos mencionar las siguientes:
1. Se cosecha en promedio 10 a 12 días antes que el trigo, lo que es de vital importancia para la siembra de cultivos de segunda.
2. Tiene mejor comportamiento ante hongos del suelo.
3. En general produce un poco más que el trigo a iguales condiciones, y se adapta mejor que este a potreros de menor nivel de producción y a suelos sueltos.
4. Muy elástica en la fecha de siembra (una semana de atraso de la siembra es un día de atraso de la floración).
5. La cebada tiene un mercado más transparente desde que surgió la exportación para forraje, ya que hoy en día si el grano no funciona para la maltería, principal destino de este cereal, está la posibilidad de comercializarlo con destino forrajero.
Vale aclarar que cuando se produce cebada para malta, se debe tener el mismo cuidado (o aún mayor) que en la producción de la semilla, debido a que la mercadería va destinada a la industria de la fermentación, por lo tanto debe germinar. Además, como la maltería consiste en la automatización de un proceso bioquímico, se requiere gran homogeneidad del producto. El cereal se procesa de 300 toneladas por vez, poniéndola a germinar durante aproximadamente 5 días y terminando el ciclo abruptamente. Por lo tanto, si la germinación es despareja, al momento de finalizada la misma, habrá granos “pasados”, otros en el “punto justo” y también sin germinar, estos últimos representan material inerte o “muerto” y, como tal, se pudre, genera hongos y toda una serie de complicaciones. Así es que, si la semilla obtenida de la producción tiene bajo poder germinativo y se destinara como insumo para la siembra, bastará solo con elevar la densidad por hectárea para solucionar el inconveniente de bajo valor cultural, pero la industria no tiene esa opción, por lo tanto el material va a descarte. Además, como se trata de una industria muy conservadora, la malta obtenida de la cebada germinada, despojada de sus raicillas, debe contener encimas naturales para procesos posteriores, porque la industria es reacia a aplicar enzimas artificiales. Vale aclarar que la raicilla, que surge como residuo del proceso de producción de malta, representa un suplemento proteico de altísima calidad para los bovinos.
Para finalizar, mencionaremos algo al respecto del tema fertilización, sobre todo lo que a nitrógeno se refiere, no solo por su impacto en el rinde, sino en la calidad. Fuertes fertilizaciones nitrogenadas pueden generar exceso de proteína (más del 13%), lo cual no es deseable porque le da turbidez a la cerveza. Sin embargo, tampoco debemos pecar por defecto de este nutriente, debido a que si el ambiente es propicio para generar altos rindes, la dilución del mismo en mayor cantidad de grano puede disminuir el tenor proteico, incluso debajo del límite del estándar de comercialización (10%).
Resumiendo, si bien la producción de cebada tiene varios aspectos más que no podemos tratar en una columna periodística, se trató de hacer hincapié en los más importantes, a la vez de darle una visión al amigo productor del tipo de negocio en el que está por introducirse, en aras de que obtenga los mejores resultados posibles. La buena noticia es que si la calidad de la semilla obtenida no califica para malta, hoy tiene la opción de destinarla a un mercado mucho menos exigente como es el forrajero.ElDiario
Mariano Fava
Ingeniero agrónomo (MP: 607 CIALP) -
Posgrado en Agronegocios y Alimentos -
@MARIANOFAVALP