La victoria del FREJUPA fue contundente y representa un mensaje nacional. El modelo de “unidad”, fruto de la estrategia vernista y de las debilidades del macrismo, va en el mismo sendero que las nuevas alianzas que teje el justicialismo en el país. La polarización fue tan marcada que borró de la cancha a los otros espacios.
El peronismo pampeano le puso el moño a la estrategia de reformulación de su identidad política: conservó su invicto electoral para cargos ejecutivos tras una apabullante victoria contra Cambiemos. Es un triunfo de impacto nacional, en un contexto en el que las fuerzas asociadas al macrismo aparecen debilitadas y al borde de la dispersión.
El gobernador electo Sergio Ziliotto cosechó más del 50% de los votos, con una diferencia de casi 20 puntos respecto de la postulación de Daniel Kroneberger (ver cuadro aparte con los resultados oficiales al cierre de esta edición): el voto popular reafirmó los 36 años de peronismo, en un contexto en el que también se castigaron las políticas económicas del Gobierno Nacional y en especial su confrontación con nuestra provincia y las decisiones encontradas con el interés pampeano.
La ventaja le permitiría al peronismo, en principio, tener mayoría en la Cámara de Diputados, aunque la distribución final de las bancas dependerá de los resultados oficiales finales, de acuerdo al sistema D’Hont. Con Ziliotto, fue reelecto como vicegobernador el marinista Mariano Fernández.
Los derrotados no tardaron en reconocer la derrota, que ya estaba adelantada por las encuestas en boca de urna y que, obviamente en voz baja, los dos campamentos analizaban como lo más probable.
La marcadísima polarización borró del mapa político a las otras fuerzas: hasta Juan Carlos Tierno, que soñaba con una suerte de reivindicación, quedó muy por debajo del 10% de los votos. Su fuerza y su figura están en declive, desde que el ascenso le fue obturado por el mismo Verna que lo había puesto en el estrellato. El resto de los espacios tuvo un papel electoral casi marginal.
Mensaje nacional
El resultado en La Pampa va a tono con los que se vienen registrando en distintas provincias: es la novena derrota sucesiva del macrismo.
Pero la victoria que aparece sencilla con el diario del lunes asomaba en riesgo a fines del año pasado, después de que Carlos Verna, enfermo de cáncer, anunciara su paso al costado y su imposibilidad de pelear por la reelección.
El PJ no solo pudo cerrar su interna sino que lo hizo por otro camino que el que marcaba su tradición ortodoxa: quedó parado a la izquierda de su oposición política, buscó acuerdos de todas las líneas y ramas y también de espacios partidarios afines al kichnerismo. Incluso cedió espacios de poder y ofreció representación genuina en cargos legislativos. En ese sentido, su táctica fue diferente a la de otros peronismos provinciales, que ningunearon o esquivaron a los sectores K.
El justicialismo puede golpearse el pecho: buscó con denodado esfuerzo la “unidad” para ponerla como ejemplo a nivel nacional.
Ahora los planetas parecen alinearse en ese camino: el PJ pampeano fue históricamente refractario al kirchnerismo, pero esta vez abrió sus puertas para los espacios “nacionales y populares” no solo del interior del partido, sino también a fuerzas con las que se vinculaba con más antipatía, como Nuevo Encuentro, el Partido Humanista, el Partido Comunista y Patria Grande.
También el Frente Renovador, aunque con algunos pataleos, quedó envuelto en esa alianza, que a la vez desechó el pacto con los partidarios de Tierno y de los sectores evangélicos, que armaron rancho aparte.
Estrategia y provecho
La estrategia que diseñó el gobernador Carlos Verna sacó provecho de las debilidades de un contrincante que llegó a la general tras una feroz interna, y cargando como una mochila el vínculo con el PRO: el radicalismo, demasiado tarde, hizo enormes esfuerzos para despegarse de la figura del presidente.
El aluvión de votos para el Frente Justicialista Pampeano le permitió una victoria resonante en la capital provincial: Santa Rosa tuvo condimentos especialísimos y el kirchnerista Luciano di Nápoli, referente de La Cámpora y cercanísimo a Cristina Fernández de Kirchner, fue electo jefe comunal con una diferencia contundente respecto de Leandro Altolaguirre.
El jefe comunal que buscaba la reelección fue uno de los dirigentes del radicalismo que más se pegaron a los valores del PRO y fue candidato como consecuencia del arreglo de cúpulas de la UCR y el partido de Macri. Di Nápoli, en cambio, llegó a la Intendencia después de atravesar una interna contra otras cinco postulaciones: salió más fortalecido de esa puja.
El peronismo también hizo pata ancha en otras ciudades y localidades: la victoria de Fernanda Alonso en General Pico es histórica, del mismo modo que el triunfo del joven Miguel Villagra en Victorica, que desafió la perpetuación de la alianza de Hugo Kenny. No fue novedad el claro triunfo en Toay, pero el peronismo, además, recuperó dos localidades norteñas de peso: Realicó e Intendente Alvear, donde el castigo a Cambiemos se hizo sentir.
En cambio, el peronismo sufrió un traspié quizá inesperado en Eduardo Castex, fue derrotado en General Acha por el radical Abel Sabarots y perdió en varias localidades de la zona sur (incluyendo a la Ataliva Roca de Martín Borthiry), aunque el cuestionado Jorge Cabak logró su reelección en el duelo contra Josefina Díaz y el joven Federico Ortiz ratificó su primacía en Miguel Riglos. El Diario