Winifreda: Extraordinaria historia de ''Río Viejo''
- Winifreda
- 5 abr 2019
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COPIOSAS LLUVIAS ABRIERON EN EL CAMPO ENORMES ZANJONES QUE CONTENÍAN ARENA DE UN RÍO PREHISTÓRICO
A 19 kilómetros al sur de Winifreda se encuentra el establecimiento rural “Río Viejo”. Fue bautizado con ese nombre por sus dueños luego de que intensas precipitaciones abrieran zanjones que dejaron al descubierto una mina de arena que estaba sepultada bajo la tierra y que habría formado parte de un río hace millones de años. Esa arena resultó apta para la construcción. Esos zanjones todavía se conservan, son dignos de admiración y tienen un uso agrícola como el resto del campo.

La propiedad rural está ubicada al costado de la ruta nacional 35, en el kilómetro 358. Allí vivieron Alberto Delahaye y Martina Wiggenhauser, con sus dos hijos Oscar y Carlos. Hay que recorrer unos 800 metros desde la tranquera para llegar hasta la casa familiar, que fue construida el 30 de enero de 1966 y permanece en muy buen estado.
A unos 400 metros del inmueble la tierra se hunde y fluye la historia del lugar contada por Carlos Delahaye, actual dueño del campo. “Cuando papá lo compró no estaban esos zanjones, se formaron luego de dos copiosas lluvias desatadas entre los años 1960 y 1962. Tenía 12 años cuando los vi llenos de agua y todo ese caudal desembocaba en la laguna de El Guanaco”, recordó Carlos. Quedaron a la vista cuando pasó la correntada. “Tienen 6 metros de profundidad, entre 30 y 40 metros de ancho con sus respectivos ramales y 2000 metros de longitud. Me ocupan 22 hectáreas de un total de 500”, precisó. La erosión provocada por el agua dejó al descubierto en el fondo de los zanjones arena de muy buena calidad. “Estaba compactada hacía millones de años, teóricamente habría formado parte de un río, era una capa de un metro de alto y cubría casi los 40 metros de ancho de los zanjones. Papá la empezó a comercializar porque tenía una característica espectacular para la construcción. Hasta nuestra casa fue hecha con esa arena. Se comercializó toda.
Era furor en esa época, los camiones no paraban para llevar las bolsas de la cosecha sino que venían al campo todos los días a buscar arena y la llevaban a las distintas obras de Winifreda, Eduardo Castex y Santa Rosa. Se había hecho famosa por su calidad”, contó. Reveló que su padre halló huesos en el fondo de los zanjones y motivado por la curiosidad los mandó a analizar al Museo de Luján, Buenos Aires, desde donde le confirmaron que pertenecían a un gliptodonte.

También encontró piedras trabajadas y punta de flechas y nunca descartó que hayan pertenecido a pobladores originarios dado que hubo tolderías en la zona. Los zanjones se han ido desboronando lentamente con el paso del tiempo. Para conservarlos, Delahaye los cercó con un alambrado y sembró pasto llorón que sirve como pastoreo de los pocos animales vacunos que tiene.
Su fuerte es la agricultura. Esa es otra característica que tiene este campo. Siempre está productivo. Quienes observen sus parcelas desde la ruta verán distintos colores de cultivos de acuerdo a la época del año. Desde 2001 se aplica sobre el suelo la técnica de siembra directa en trigo, maíz, girasol y soja. Delahaye utiliza sus propias herramientas.
Cuenta con el asesoramiento de su yerno Ariel Platner, su hijo Federico Delahaye y el apoyo incondicional de su pareja Susana Leguizamón. “Pese a los avatares climáticos y económicos tratamos de subsistir y de hacer las cosas lo mejor posible”, evaluó la actualidad.
Tiene el mejor recuerdo de sus padres. “Eran ejemplares, me inculcaron el cariño hacia el campo, a seguir apostando y produciendo, es mi estilo de vida”, dijo.
Otra distinción del predio es una bandera argentina que flamea al costado de la tranquera sobre un mástil de 3 metros de altura.
< Luis Barbaschi para LA ARENA 03/04/2019 >