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La historia de Sonia: la policía que ayuda a los adultos mayores


La apatía, la indolencia, la indiferencia, son cuestiones que sobresalen en esta sociedad que nos toca transitar. El individualismo, el egoísmo, y el materialismo suelen ser moneda corriente en los tiempos que transcurren. Porque muchos nos decimos apurados para llegar quien sabe dónde -carentes de tiempo para detenernos en cosas que sólo nos interesarán si nos afectan o nos favorecen directamente-, y poco nos interesamos por los problemas que puedan aquejar a los demás.

Este torbellino en que se nos transforma la vida casi todo el tiempo, ocupados en el trabajo cotidiano y en las dificultades que se nos presentan a cada paso, nos lleva a no involucrarnos en aquellos temas que tienen que ver con los demás. Y a veces transformamos asuntos en increíblemente importantes sólo porque nos atañen a nosotros mismos… aunque sean finalmente temas menores.

Si hasta hay una frase -absolutamente egoísta- que dice claramente que “la caridad bien entendida empieza por casa”. Expresión que algunos toman como un axioma del que no se debe escapar. La caridad bien entendida empieza por casa… (¿??).

Hay entidades en la ciudad que se dedican a los demás, a apuntalar a quienes lo necesitan… y no son pocas, aunque nombrarlas en este espacio llevaría seguramente a algunas omisiones injustas, sin dudas. Pero por mencionar solamente una a modo de ejemplo se puede hablar del Desayunador de Villa Germinal, que lleva ya quince años de actividad aportando a un sector muy carenciado de la sociedad. Una pareja de personas jóvenes -Miki Fiol y Daniela Campanino- un día tomó esa tarea altruista como un verdadero apostolado, e hicieron de esa acción casi el centro de sus vidas. Pero por suerte hay muchas más…

Y también están los anónimos, los que silenciosamente, sin hacer alardes, sin querer de modo alguno que lo que hacen trascienda mayormente también realizan su aporte a quienes lo necesitan.

Esta semana llamó la atención una publicación en un grupo de Facebook, que se fue transmitiendo de celular en celular. Era un ofrecimiento solidario. Exactamente eso. La joven Sonia Noemí Ojeda (35) nunca tuvo la intención de que lo que ofrecía por aquella vía se propagara en una publicación informativa -más concretamente en una nota en el diario- y en un primer momento se negó a ampliar el tema para LA ARENA. La obstinación periodística no obstante tuvo su fruto, y Sonia accedió a charlar, “pero sólo un ratito”.

Y cuenta. Que nació y se crió en Alpachiri, donde aún permanece parte de su familia, sus padres -Alcira y Carlos, ama de casa y policía retirado-, su hermana Mariela que trabaja en un comercio de su pueblo; en tanto tiene otros dos hermanos, César Raúl (también policía, comisario mayor en Logística), y María Beatriz (“Negra”, viviendo en La Reforma).

Sonia vive en Santa Rosa en su casa del Barrio Esperanza, junto a sus hijos Gonzalo (16) y la pequeña Iara (8).

En Alpachiri realizó la primaria en la Escuela 63, y después cursó en el Instituto Agrotécnico. En un momento decidió que iba a hacer el curso de ingreso en la Policía. “Lo empecé el 2 de enero de 2006, y a los cuatro meses ya fui destinada a la Seccional Primera”, indica hoy, que con el grado de sargenta revista en la Unidad Regional Uno.

“Señor… lo llevo a su casa”.

¿Cuál era el motivo que nos convocaba a hablar con ella? Precisamente un posteo donde la joven manifestaba sus ganas de ayudar… sólo y nada más que eso: asistir a personas mayores que necesitan de alguien que las acompañe: “Lo que pasa es que muchas veces veo a gente grande, que va cargada de enormes bultos, saliendo por ejemplo de un supermercado y me doy cuenta que casi no pueden con ellos… Y me sale el impulso de decirle ‘lo ayudo’, o lo llevo hasta su casa…”.

Parece una simpleza -y tal vez lo sea-, pero son gestos que no se repiten constantemente y que quizás vale la pena mostrar. ¿Por qué no pensar que así se puede conseguir que se multipliquen, que haya más personas dispuestas a mostrar su solidaridad, viendo que hay otros que se animan a ofrecerse?

Sonia tiene un auto Peugeot 207, y brindará sus servicios cada vez que se lo requieran. Obviamente sin percibir un solo centavo a cambio. Solamente para satisfacer esa necesidad de decir “presente” allí donde la necesiten.

“No me sobra nada…”.

En los tiempos que transcurren, como a muchos, las cosas no le son cómodas a una joven madre de dos hijos. “Claro que no me sobra nada… ni guita ni tiempo, pero me gusta ayudar, siento que tengo que hacerlo”, dice con simpleza. Casi como si fuera fácil.

Es policía y mete muchas horas por jornada -entrar a las 6 y media de la mañana a hacer su turno diario, y además adicionales hasta las 8 y media de la noche supone un esfuerzo importante-, pero no es lo único que hace: “Sí, me gustan otras cosas, como por ejemplo desde hace dos años mountan bike, y hasta me anoto en algunas pruebas de fines de semana… salgo a pedalear dos horas por día cuando tengo un rato: por la laguna, por la Avenida Palacios o voy para el lado de la ruta 14, y también estoy compitiendo en el Campeonato Provincial… estoy muy entusiasmada con eso porque me va bastante bien”, deja ver su sonrisa de alegría.

Siempre lista.

Los que la conocen señalan que su altruismo es de todos los momentos: donde se necesite una mano allí estará. Nunca invocando ser policía… “No, lo hago en forma personal. Hace un tiempo nos ocupamos de una familia que perdió todas sus cosas en un incendio que les destruyó la casa, y aportamos como pudimos… si no tengo qué llevar o aportar yo (alguna cosa material) me ofrezco para acarrear en mi auto lo que sea necesario. Se hace lo que se puede…”, dice como si fuera lo más natural del mundo.

Hace unos días publicó en Facebook un aviso brindando su generosidad para ayudar “a gente grande”. Recibió algunas devoluciones destacando su actitud, y puntualmente desde el restorán Don Florencio, su propietario posteó que Sonia tenía a disposición -a modo de pequeño premio- una cena para dos personas que podrá disfrutar cuando quiera: “Yo también la peleé desde abajo, y me gusta la gente que se compromete así”, le dijo el comerciante a un cronista de este diario.

Sonia no quería “ninguna nota”, y sólo consintió cuando se le explicó que, de esta manera, su mensaje podía llegar a más personas a las que podría ayudar. “Hay gente que es así”, dice el poeta… Y sí, por suerte “hay gente que es así… tan necesaria”.

Como un soplo de aire fresco.

“Buenas tardes. Como ya había publicado en otra oportunidad, ofrezco sin fines económicos, ayudar a quienes la están pasando realmente mal. La mayoría contamos la guita para llegar a fin de mes y se podrán o no pagar todas las cuentas, pero se vive, o se sobrevive… Pero hay quienes no tienen ni para comer, ni para un taxi… ni siquiera para tomar el cole. Por eso me ofrezco para llevar a quien necesite, por cuestiones médicas o por trabajo, abuelos solos que necesiten hacer trámites, a cualquier lugar de la ciudad, en mis horarios francos de trabajo. Me contactan por privado. No acepto ningún pago”, cierra el posteo que formuló Sonia Ojeda en un sitio de internet.

Por estas horas, en CPEtv Canal 2, se puede ver una nota periodística realizada a un cadete -Juan Carlos Domínguez se llama-, que ofrece asistir “gratis a personas con movilidad reducida”.

Dicen los que dicen saber que la solidaridad, el altruismo, son valores opuestos al egoísmo y el personalismo. Las personas que son solidarias aportan, indudablemente, en forma positiva al medio que las rodean.

En estos casos que se mencionan, gestos como los que llevan adelante Sonia Ojeda -la policía-, o el “cadete solidario” a que hace mención la televisión cooperativa, se constituyen en modelos. Seguramente no serán de una enorme trascendencia si se los antepone a tanta tilinguería que observamos a diario, o a cantidades de malas noticias que se pueden ver en los medios en estas épocas de crisis de todo tipo. Pero la verdad es que sus actitudes son, al menos, un poco de aire fresco…

Un viaje hasta donde alcanza.

Sonia Ojeda tiene una sensibilidad que la hace especial. Porque le duelen las cosas que les pasan a la gente, y trata de hacer su aporte. “Muchas veces veo ese tipo de situaciones, y me doy cuenta que algunos son ‘súper’ abuelos que salen de un supermercado con bolsas que pesan más que ellos, y estoy seguro que en algún caso no les queda plata ni para el taxi, ni para el colectivo… A mí me pasó, y varias veces: ‘vivo en un barrio bastante alejado, y alguna vez para ir a trabajar tuve que tomar un taxi y tenía nada más que 150 pesos; así que le decía al chofer: llevame hasta 150 pesos’, y ahí me bajaba”. (M.V. para La Arena)

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