Por el Colectivo Sanitario de La Pampa – Filial Santa Roa. Toda esperanza de paz se extingue cuando desaparece la justicia. Esta ha sido la causa de los conflictos sociales a lo largo de la historia de la humanidad que concluyeron en las grandes guerras que todos conocemos. Pero el proceso también opera a pequeña escala y así es como aparecen situaciones cotidianas en las que el observador externo no puede evitar el surgimiento de una mezcla de emociones, donde se junta la repulsión, la vergüenza, la ira y posiblemente algunas otras más, dependiendo de cada persona en particular.
La noticia reciente de una denuncia pública realizada por Griselda Alfonzo, una madre de Lonquimay es una de esas situaciones. Allí, la mujer da testimonio de su desesperación por los efectos en la salud de su hija de 11 años debido a la existencia de un galpón que funciona a su vez como depósito de agroquímicos y estacionamiento de pulverizadoras frente a su casa y a escasos metros de una escuela. Después de haber acudido a la Justicia Federal y luego a la Justicia Provincial sin obtener una respuesta acorde a su pedido, solo cuenta con sendas disposiciones dictaminadas por la Subsecretaría de Ambiente y la de Asuntos Agrarios en noviembre de 2018 donde se prohíbe el tránsito y depósito de máquinas y equipos de aplicación de agroquímicos en las localidades de La Pampa. Sin embargo, estas disposiciones conminan a los propietarios de estos espacios, en este caso el ex concejal de Lonquimay Eduardo Carnicelli, a mudarlo del radio urbano en el término de seis meses a partir de su sanción.
Este breve relato de la crónica tiene por finalidad poner en consideración del lector el significado de la justicia, no la Justicia en el sentido institucional, sino la justicia en el sentido humano, la que surge desde nuestra sensibilidad como se describió más arriba, la que surge de dolernos en el otro, de sentir que el sarpullido que brota de la piel de la hija de Griselda y las afecciones bronquiales que padecen los vecinos de ese barrio por exposición a esos venenos pueden ser las nuestras o las de nuestros hijos. ¿Es que se puede pensar en una comunidad pacificada cuando los dueños de estos depósitos persisten en mantener sus instalaciones envenenando a sabiendas a sus vecinos?
Desde el Colectivo Sanitario de La Pampa exigimos a todos los responsables directos, que por su accionar con productos tóxicos provocan daños en la salud de la gente y del ambiente, que dejen de hacerlo y que tomen conciencia de que son responsables del dolor, de la aparición enfermedades terminales y de la muerte de sus comprovincianos. Y a la Justicia institucional, que se coloque a la altura de su investidura, considerando que detrás de cada una de sus determinaciones puede haber gente que continua con sus padecimientos, como el caso de la familia de Griselda Alfonzo.
Por la paz de nuestro pueblo. Fuente: PlanB