EL SÁBADO, OCTAVA EDICIÓN DEL FESTIVAL MUSICAL A 4 LEGUAS DE WINIFREDA
Se espera que una enorme cantidad de personas se sumen a un festival singular en cuanto a sus características, que tiene como escenario desde 2010 lo que se conoce como el “boliche de Doys”, una antigua proveeduría ubicada sobre la ruta 10, a pocos kilómetros de Winifreda camino a Victorica.
Don Francisco Doys abrió ese almacén -que se llamó “El Descanso- allá por 1939, y pronto se convirtió en punto de encuentro de una amplia zona rural, porque atendía de buena manera las necesidades de los chacareros del lugar. Eran de esos sitios tradicionales -un poco pulpería un poco almacén de ramos generales- de los que ya no se ven, aunque la persistencia de Esther, hija de don Francisco, hace que el boliche se mantenga vigente.
Fogón y guitarreada.
La propietaria, hace algún tiempo, mandó a construir algunas parrillas, y se empezó a hacer una costumbre que los jóvenes de Winifreda, después de alguna noche larga, fueran a concluirla – cervecita de por medio-, en el boliche de Doys. Alguna vez, allá por 2010, tres nativos del pueblo -Fabián Komrovky, su tío el escritor Omar Lobos (que está todo el año en Buenos Aires pero permanece los eneros en Winifreda), y Darío Jañez- creyeron que estaría bueno hacer una guitarreada alrededor de un fogón. No tuvieron que pensarlo demasiado: el boliche de Doys resultaba el escenario ideal.
Tomaron sus bicicletas -como parte de un saludable ejercicio- y fueron a entrevistar a Esthercita -única sobreviviente de Doys que vive en el lugar- y le propusieron que, considerando que se habían hecho nuevas parrillas, se podría hacer lo que tenían pensado en el boliche.
Gran convocatoria.
La mujer aceptó de buen grado, y el encuentro se concretó. Eran pocas personas la primera vez, pero se dieron el gusto del asado con cantores y guitarreros. La segunda edición tampoco resultó la más exitosa, porque una gran tormenta conspiró para estar al aire libre, y los pocos comensales debieron trasladarse a la escuela -ubicada enfrente del boliche- para terminar la noche.
Pero después el acontecimiento fue creciendo, y el boca a boca comenzó a convocar cada vez más gente: guitarreros, cantores, bailarines, y naturalmente los que iban como espectadores de lo que se había convertido en un verdadero festival musical.
“El año pasado éramos más de 200 personas”, estimó Omar Lobos en diálogo con LA ARENA. El escritor contó que sólo en dos oportunidades -por circunstancias que superaron las ganas de los organizadores- no se pudo hacer, pero la realización fue creciendo hasta arribar a un número considerable de personas, y también de cantores de diversos lugares, incluyendo de Santa Rosa, Eduardo Castex y Victorica. Al punto que ahora el festival es esperado con gran expectativa.
Que canten mujeres.
Los concurrentes que quieren hacer sus temas sólo tienen que inscribirse, y a su turno serán llamados a cantar. No sólo se guitarrea y se canta, porque en una oportunidad estuvo Pedro Cabal quien llevó malamberos que zapatearon ‘en patas’, en el patio de tierra del boliche.
Lobos señaló que obviamente el encuentro recibe elogios -sobre todo por la espontaneidad con que se desarrolla-, pero también críticas. “Primero era sólo de hombres, pero poco a poco se fueron animando algunas damas, que empezaron a ir. Pero lo que es cierto es que todavía no las hemos tenido en el escenario, y sería muy buen que haya algunas que se anoten para jerarquizar el festival con sus voces”, pidió.
Clima festivalero.
Agregó que otro reproche que a veces se hace es “el clima festivalero” que gana la noche, con zambas y chacareras, y que no faltó el que pidió más temas regionales, más temas pampeanos. “Pero es la estructura que se dio casi naturalmente, y si hay alguno que quiere hacer algún tema de Spinetta, y bueno, adelante”, completó.
Lobos lamentó que en esta oportunidad no estará presente Nacho Martín, maestro de ceremonias de anteriores ediciones -tiene coincidentemente otros espectáculos en localidades cercanas-, y señaló que el sonido será aportado por Joselo Lang, a la vez que no descartó que él mismo tenga que realizar las veces de presentador.
Todo empieza más o menos a las 9 de la noche, cuando los visitantes llegan con su pedazo de carne que van tirando en las parrillas, el pan, alguna silla o banqueta para sentarse, y “todas las ganas de pasar una noche bien distinta” en el boliche de Doys.
El sábado, otra vez.
Los organizadores destacaron que esta vez cuentan con el apoyo de la Municipalidad de Winifreda, que aportó baños químicos; que como siempre estará Estercita y su disposición para atender con sus ayudantes a todos de la mejor manera: “las bebidas se compran en el boliche, porque es la renta que tiene la propietaria”, destacaron.
Se puede recordar que hasta hace un par de años Cacho Baigorria -bisnieto del cacique Lucho, hermano del mítico Baigorrita-, que fue peón y agregado a la familia durante mucho tiempo, era el que se encargaba de la limpieza del patio y de mantener todo en orden.
El sábado entonces, cuando comience a atardecer, el “boliche de Doys” volverá a vestirse de fiesta hasta el amanecer, con el fogón y los cantores y guitarreros que volverán a amenizar una noche muy especial.
La noche del año, gratis
El escritor Omar Lobos se regocija al rememorar las tardecitas en que la banquina de la ruta -a la altura del boliche de Doys- se va poblando de vehículos y visitantes. No hace mucho tiempo explicó en estas mismas páginas -en el suplemento Caldenia- que “los fueguitos comienzan a crepitar, copiando su color al del atardecer pampeano que, a esa hora y desde ese lugar, es el espectáculo más lindo del mundo. La bolichera recibe los saludos y da la bienvenida a todos, algunos vecinos y asiduos se han ofrecido para ayudarla con las ventas de esa noche que es por lejos de las más concurridas del año”.
Lobos señala que “en días previos” se consigue que la cooperativa de Winifreda ponga en condiciones las luces, y Esther Doys -que trabaja denodadamente desde varios días antes- ha hecho que se riegue convenientemente todo el lugar” porque “es la noche del año”.
No pocos viajeros se sorprenden cuando pasan por el boliche en ese día especial, y es frecuente que hagan sonar las bocinas de sus autos en el saludo; aunque no faltará el que se muestre dispuesto a detener la marcha y sumarse -aunque sea un rato- a escuchar un poco de música.
Lobos destacó que si bien al principio la presencia era solamente masculina, con el transcurrir de las ediciones empezaron a llegar familias enteras, incluyendo niños y personas mayores.
La entrada es gratuita y tampoco hay derecho de admisión, salvo respetar las consignas fundacionales del encuentro. Un patrullero merodea cada tanto pero hasta ahora nunca tuvieron que intervenir los agentes, salvo cuando se produjo un encuentro generacional en las cercanías: chocaron una camioneta y… un sulky. La Arena