Este martes se anunció el cronograma electoral para La Pampa. Por primera vez, habrá desdoblamiento de los comicios locales con los cargos nacionales. En tres semanas deberán conformarse las alianzas y dejar establecidos los acuerdos internos. Esta cuenta regresiva a 2019 deja varias trampas camino a los acuerdos.
Ya no quedan misterios
Se acabó el misterio, si bien ya se suponían las fechas tentativas que iban a tener las elecciones de 2019. Algunos habitantes del mundo político provincial serán ganados por la incertidumbre, otros por el pánico y también los habrá por el alivio. Ya no hay lugar para los indiferentes o especuladores. El que no figure de acá a tres semanas en algún acuerdo, se perderá el tren de los próximos cuatro años.
El gobernador Carlos Verna definió la fecha para el 19 de mayo y metió así presión a todos los actores del escenario político con el cronograma definitivo. No solo a la oposición, que dividida y dispersa, deberá conformar una coalición marcada por los desentendimientos. También al PJ y sus aliados que deberán cerrar el “gran acuerdo” donde figuren todos los sectores, y que son bastantes. Tienen tiempo hasta el 10 de diciembre, plazo máximo para presentar las alianzas.
Igualmente el gran escenario en el que se deberán acomodar las fichas se conoce: la no reelección de Verna y la búsqueda de un sucesor y la polarización entre dos frentes que representan Justicialismo y Cambiemos.
Un acuerdo bajo presión
Las fechas electorales disparan los tiempos. En menos de tres semanas se deberán conformar las alianzas sobre el segundo fin de semana de diciembre, lo que implica cerrar los acuerdos entre fuerzas bajo presión. La estrategia de desdoblar las elecciones provinciales con las nacionales fue para evitar que la interna peronista nacional pudiera agitar a la tropa propia. Pero tiene consecuencias para todos los sectores: Verna deja sin espacio para las aventuras dentro del PJ y fuerza a cerrar filas detrás de un gran acuerdo. No será el que encabece, pero es el garante del gran acuerdo, tanto para las líneas internas como para los partidos aliados. El mandatario se tomó varios días por su tratamiento (que deberá retomar en breve) y a su regreso se internó en la residencia gubernamental para preservarse. Solo atiende el teléfono por cuestiones de suma importancia. Todavía Verna no se sentó a hablar de las listas con ningún sector. Hay un vacío político, un tiempo muerto, a la espera de sus definiciones, que hace que algunos se apuren. Rubén Marín ya salió a discutir la pertinencia del “dedo elector”. ¿Estará presionando? Eso no lo sé, es el chiste obvio, pero Marín sabe de tiempos y de acuerdos y más que amenaza es su forma de enviar un mensaje. El gran acuerdo no solo implica ordenar la heterogénea tropa peronista, sino la incorporación de los posibles aliados para ensanchar los márgenes. Aunque se corre con ventaja, está presente el ajustado resultado de las legislativas de 2017 y como incógnita una campaña a iniciar en breve con un candidato nuevo.
Oposición en apuros
Pero la estrategia de las fechas próximas también constriñe a la oposición. A la división entre PRO y los radicales y sus diferencias políticas y personales, se le suma el internismo crónico radical. El Cambiemos pampeano deberá acordar su alianza a contramarcha. Y antes deberán cerrar los radicales un candidato propio para enfrentar al PRO, y acordar las listas. En roscas y cierres a último momento son expertos, pero esta vez está más complicado. Lanzarán una encuesta para determinar cuál de los tres precandidatos a gobernador será el que encabece, y esperan que esté a tiempo. No va a quedar mucho para sentarse a discutir y puede ser una carnicería.
El PRO le ha sacado ventaja. Ya tiene candidato a gobernador instalado y en campaña, postulantes para General Pico (que es fuerte en ese territorio), Santa Rosa (aunque más flojo) y otras localidades. Y hasta Mac Allister recibió el envión del presidente Macri quien realizó una entrevista radial para bendecirlo como su favorito. Cambiemos tiene apellido propio.
Las grieta pampeana, a full
En La Pampa hay una grieta provincial tan marcada como la nacional, y que abreva de ella. A la tradicional disputa peronismo-no peronismo (o antiperonismo) ahora se suma el clivaje Provincia-Nación. El PJ tratará de nacionalizar la campaña, y Cambiemos de provincializarla. Sin embargo, ambas perspectivas se confunden y potencian.
La Corte Suprema le dio una victoria importante a Verna y al PJ al reconocerle la deuda que tiene Nación con la Provincia. El Frente Justicialista defenderá La Pampa, pero será ante un modelo nacional que la discrimina. Promociona que no hace ajuste sino inversiones en Salud y paga los aumentos por encima de la inflación a los estatales y un bono mayor al de Nación. El libreto es conocido.
Cambiemos-Pro comenzará sacudir una agenda provincial, pero que no dejará de estar anclada en temas nacionales. Mac Allister pidió “cambiar con las formas” y “relacionarnos con el país y el mundo” sin peleas. Es la línea nacional de sacar a La Pampa de la línea del populismo y bajar a La Pampa los latiguillos que se han aplicado contra el kirchnerismo en elecciones pasadas.
Para la estrategia del Frente Justicialista hay una normalidad que se extenderá a los próximos meses: un país con malos índices económicos, inflación y ajuste. Para Cambiemos-Pro, se mantienen los escenarios políticos de 2017 a nivel nacional con un peronismo dividido, a pesar de la caída en la imagen del presidente, y se espera que mejoren los índices económicos en los próximos meses. Dos visiones totalmente contrapuestas del país y de la provincia. Dos lados de una grieta provincial.