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Moha: su aporte a la ganadería de alta producción


En la columna de la semana pasada nos referimos a lo complicado que es la salida del invierno para las empresas pecuarias, por el cuello de botella que se genera en la cadena forrajera. Sobre todo cuando el frío se prolonga más de lo debido, retrasando el rebrote de las praderas perennes. La situación empeora mucho más si a las bajas temperaturas se le adiciona una demora en las precipitaciones primaverales. Ante esta coyuntura el empresario ganadero debe actuar rápido de reflejos, sobre todo pensando que es precisamente durante la etapa estival que deberá abastecer la carga animal que posea en ese momento y realizar las reservas forrajeras de cara al invierno del 2019. Solo de esta manera podrá mantener durante el invierno una carga animal razonable, que le permita explotar la producción de forraje de la primavera y el verano.

Las dos especies que permiten un rápido crecimiento de pasto, con una acumulación tal de materia seca que se correlacione con una conveniencia de asignar superficie para la producción de henos a un costo razonable y con mínimas complicaciones, son el mijo y la moha. Ambas especies son de doble propósito. La moha es de las dos, la forrajera por excelencia. De alta seguridad de producción se puede pastorear en apenas 25/30 días, con hasta 2 pastoreos en alguna variedad. Es muy empleada para la confección de reservas forrajeras. En apenas 60 o 70 días, dependiendo de la disponibilidad del recurso (fundamentalmente agua y nitrógeno), estará lista para la confección de rollos o incluso el picado. Permite ajustar rápidamente situaciones de alta carga animal o escasez de forraje por algún evento fortuito, como sequía, inundación o demora en la comercialización de la hacienda terminada. Otra virtud es que se adapta muy bien a las siembras de segunda. Es una excelente antecesora para la implantación de pasturas perennes en siembra directa, ya que permite un buen control de las malezas de verano, y por su rápido ciclo permite realizar un barbecho más o menos prolongado (sobre todo en moha de primera). La densidad de siembra va desde los 15 kilos en lotes arenosos, hasta los 25 kilos en lotes más pesados. En siembra directa la densidad debe ser en promedio un 20 o 30 por ciento superior a la que usaríamos en sistemas de labranza convencional. Se adapta muy bien a suelos livianos y por su ciclo veloz es muy rústica ante la sequía (estrategia de escape).

La mayor concentración de materia seca, y por lo tanto la máxima producción de rollos se da con la emergencia de la panoja. La acumulación de materia seca es inversamente proporcional a la calidad. La altura de la moha está íntimamente relacionada con la producción, por lo tanto partir de un suelo bien provisto de humedad y fertilizado desde el arranque es fundamental para tener altas producciones. Las dos variedades principales de la Argentina fueron obtenidas por el INTA, y seleccionadas en base a su rusticidad, precocidad y productividad. Una de ellas es Carapé INTA: esta se adapta a pastoreos por su mayor capacidad de rebrote, producción de macollos y alta relación hoja/tallo. De todos modos no supera los 2 pastoreos y se puede destinar con toda tranquilidad a la confección de rollos, ya que genera elevada producción de materia seca. Una vez que alcanza los 70 u 80 centímetros ya se la puede henificar, o en caso de buscar más cantidad que calidad de pasto, se puede esperar a la aparición de las panojas (como dijimos anteriormente). Respecto a la otra variedad, Yaguané INTA: está limitada a la obtención de rollos por su menor relación hoja/tallo, pero sobre todo por su baja capacidad de rebrote.

Para finalizar hablaremos brevemente del tema nutricional. La moha, como gramínea estival de rápido crecimiento, requiere para su máximo aprovechamiento que se implante sobre un suelo bien provisto de humedad y nutrientes. La fertilización con nitrógeno no solo eleva mucho su potencial de producción, sino la calidad del forraje, debido a que aumenta la concentración proteica de la planta. En siembras de segunda una generosa dosis de nitrógenos a la siembra garantiza una buena producción. Se desaconseja la siembra de segunda sin un protocolo de nutrición. Esto es clave pues como todo cultivo anual debe ser muy productivo para que signifique una buena inversión. Como ya mencionamos cuando se decida el pastoreo o la confección de reservas entraremos en el compromiso dicotómico de calidad versus cantidad, siendo ambos objetivos inversamente proporcionales (sube uno, entonces baja el otro).

En resumen, la moha es una especie forrajera más que atractiva para el empresario ganadero de la región semiárida pampeana. Es un seguro de disponibilidad de forraje ante situaciones imprevistas, que en caso de no ser necesario podrá destinarse a la confección de rollos o incluso a la cosecha de semilla. Por otra parte, su rápido crecimiento y seguridad de producción la hacen una alternativa válida para ajustar rápidamente situaciones de falta de forraje coyuntural, o para la confección de reservas estratégicas. El Diario

Mariano Fava

Ingeniero agrónomo (MP: 607 CIALP)

Posgrado en Agronegocios y Alimentos

@MARIANOFAVALP

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