EL 16 DE MAYO NO FUE UN DÍA CUALQUIERA
El último miércoles será recordado como un día de sinceridad brutal, en el que por primera vez se reconocieron errores en la ejecución del programa económico que lleva adelante la coalición Cambiemos, algo que sucedió en dos oportunidades distintas y con una diferencia de horas.
El 16 de mayo del corriente año no será recordado como un día más para la actual administración, sino que por el contrario seguramente constituya una fecha muy especial con el paso del tiempo, debido a que al cabo de esa jornada se desarrollaron dos acontecimientos tan atípicos e inusuales que no pasarán desapercibidos en un futuro.
Fue un día de sinceridad brutal, en el que por primera vez se reconocieron errores en la ejecución del programa económico que lleva adelante la coalición Cambiemos, algo que sucedió en dos oportunidades distintas y con una diferencia de horas.
Primero fue el turno del presidente del Banco Central de la República Argentina, que en ocasión de presentar el “Informe de Estabilidad Financiera” correspondiente al primer semestre de 2018, un acontecimiento programado, aprovechó la oportunidad para brindar algunas apreciaciones acerca de los últimos días, en los que de manera traumática los argentinos vivimos con preocupación las tensiones acontecidas en el mercado de cambios.
Si se interpretan ambos mensajes de manera complementaria, se puede concluir sin temor a equivocarse que Sturzenegger reconoce como el origen del problema esa tan poco venerada conferencia de prensa del pasado 28 de diciembre, en la que el Jefe de Gabinete le modificó al Central la meta de inflación y por ende le manoseó la política monetaria, competencia exclusiva del BCRA, y que por otra parte el propio presidente Mauricio Macri asume ese diagnóstico.
En efecto, primero Sturzenegger dijo: “Hemos vivido un par de semanas con mucha volatilidad, sobre todo del frente externo y también por factores internos. Esa volatilidad uno la debe interpretar como que alguien está hablando y dando un mensaje. Nuestra obligación es escuchar ese mensaje y entender que si nos está diciendo que hay que mejorar, encarar esa mejora. Lo que el mercado habló la última semana fue un mensaje para el Banco Central y para el Ejecutivo, que nos ha hecho reflexionar y cambiar algunas cosas”. Y agregó, “cuando uno ve lo que pasa con el tipo de cambio, se ve que están diciendo que hay dudas con la política monetaria”.
Sin embargo, lo que la máxima autoridad monetaria trató de decir es mucho más profundo de lo que parece, ya que está responsabilizando directamente a la política por el mal trago a nivel cambiario.
La traducción perfectamente podría ser la siguiente: “Ustedes que desde el Ejecutivo están ansiosos por mostrar una economía en crecimiento terminaron pisoteando la autonomía de esta casa al obligarme a elevar la meta de inflación y con ello a relajar la política monetaria para bajar la tasa de interés antes de tiempo, y en realidad no se dieron cuenta de que estaban poniendo la semilla de lo que terminó siendo un cataclismo cambiario, porque con tasas más bajas e inflación más alta los tipos que tenían posiciones en pesos se sintieron unos giles, y como no podía ser de otra manera al ver que el dólar estaba barato se cruzaron de vereda”.
Horas más tarde, sería el propio presidente Macri el que reconocería en conferencia de prensa este diagnóstico, al afirmar que en ese tan poco venerado 28 de diciembre hubo “problemas de coordinación entre el gabinete económico y el Banco Central”.
Sin mayores precisiones sobre el particular, el mandatario reconocía de esta manera que la exacerbación a nivel doméstico de las tensiones cambiarias previsibles como consecuencia de un enrarecimiento de las condiciones financieras internacionales fue un daño autoinflingido.
Más malo y menos bueno.
En esta nueva etapa que, parafraseando a mis épocas de adolescente, podría darse en llamar “de frente manteca”, aforismo que alude a decir la verdad de entrada y sin anestesia, también ha hecho su debut el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, quien sin dar muchas vueltas habló de las consecuencias del cimbronazo cambiario.
“Argentina tendrá más inflación y menos crecimiento”, manifestó el titular de la cartera de Hacienda, algo que todos dan por descontado y que aún nadie puede dimensionar, ya que depende de la intensidad que tenga la transmisión del salto devaluatorio a la góndola.
La cuenta es sencilla, mas inflación es menos consumo e inversión, que se traduce en una contracción del ritmo de actividad económica.
Recalculando objetivos.
A pesar de la fragilidad de la coyuntura, está claro que la situación es completamente administrable, aunque para ello se requerirá de esfuerzos adicionales que no estaban previstos en la versión original del programa gradualista.
Dicho de otra manera: en la medida que el Fondo Monetario Internacional ponga la “tarasca” para poder cerrar el 2018 y el 2019, y que con ello Argentina pueda avanzar hacia la consistencia fiscal, aunque lejos de las expectativas generadas, sin dudas se tratará de un paso más en la dirección correcta.
Lógicamente que el tema pasa por ponerse de acuerdo para hacer esos esfuerzos adicionales y qué tan tolerables son socialmente. No es casualidad que ahora se haga referencia al Presupuesto Nacional 2019 como una instancia de concertación.