DE ESCUELA RURAL EN HUERTA ORGÁNICA
El vecino winifredense Miguel “Lito” Pitz, transformó una escuela rural abandonada en una huerta orgánica. Los vegetales que cosecha llegan frescos directamente a la mesa de varias familias winifredenses, principalmente de las más carenciadas.
En el año 1995 comenzó las gestiones ante el Ministerio de Educación del gobierno pampeano para tomar posesión de la Escuela rural 225, ubicada a 1.500 metros al norte de Winifreda. En ese momento, el predio estaba deshabitado porque hacía tiempo que había cerrado sus puertas por falta de matrícula y la hectárea de campo donde se encuentra asentado cubierta de todo tipo de malezas.
Pitz se jubiló en 2.000 tras haber trabajado durante más de 30 años en una firma cerealera local como recibidor de granos dado que es Perito Clasificador de Cereales y Oleaginosas. Días después, se dirigió hacia al establecimiento educativo y se puso a trabajar en la limpieza del terreno. “La primera vez que vine no había nada, ni alambrados, solamente pasto puna por todos lados y el edificio no tenía ni vidrios. Estuve sacando yuyales durante varios días, reparé las paredes, las pinté, arreglé los techos. Dos ingenieros de Espacios Verdes de Provincia me autorizaron a extraer los eucaliptos porque estaban huecos y también las acacias bolas. Me llevó tiempo, pero dejé todo ordenado para después dedicarme de lleno a la huerta”, contó Pitz.
Destina 5.000 metros cuadrados a la plantación de diversos frutales y vegetales. Realizó una perforación para tener agua y desplegó cinco mil metros de manguera hacia las distintas parcelas donde implementó un sistema de riego por goteo. Mientras relata sus inicios, las pruebas, los aciertos y errores, se visualiza el fruto de su trabajo diario. Gracias a su esfuerzo y dedicación, un lugar abandonado pasó a ser un sitio verde y productivo en el que sobresalen plantaciones de pepinos, melones, tomates, morrones, acelga, lechuga, berenjenas, chauchas, zapallos calabazas, melones, sandías, choclos. Las plantas de membrillos y duraznos actúan como reparo de los vientos. Posee un pequeño apiario para que las avejas polinicen las plantas.
En medio de la vegetación y a pocos metros del edificio escolar todavía se conserva el mástil histórico con la bandera argentina que flamea sin parar.
“Cada año que pasa la producción va mejorando. Solamente fertilizo los surcos con urea y fósforo, después es todo natural nada de fumigación”, resaltó el hombre. El fuerte es la temporada primavera-verano y en invierno crece la verdura de hoja como cebolla de verdeo, perejil, entre otras. Los rindes anuales “me satisfacen”, dijo. Cosecha unos 3.000 kilos de zapallos, algunos pesan medio kilo, otros 2 kilos, 10 kilos y los más grandes 20 kilos. “La primera sandía que coseché pesaba 21,5 kilos”, recordó. Consultado sobre el destino de la producción, respondió que la comercializa casa por casa a un precio muy razonable. Todos le compran. “Trato de darle la posibilidad a la gente de que pueda comer verduras frescas y de calidad”, aseguró. A veces, algunos pobladores le manifiestan que les gustaría comerse una sandía, pero no tienen dinero para pagársela. Pitz les responde: “No te pregunté si tenías plata, si realmente tenés ganas de comer una, te la doy”. Confiesa que a sus 75 años se siente “con ganas de seguir trabajando al aire libre, en contacto con la naturaleza y con la ayuda de mi señora Paulina”.
Sigue agachándose sin dificultad, observando y controlando todo lo que pasa a su alrededor. Mantiene en buenas condiciones el predio, el cual estaría dispuesto a comprarlo. Le introdujo mejoras al inmueble: agrandó el baño, edificó un vestidor, un sector de duchas y colocó piso de cemento. Ya compró membranas para las chapas.
< Luis Barbaschi ESPECIAL 103 AÑOS DE WINIFREDA para LA ARENA 02/04/2018 >