El sector agrícola ganadero pampeano ha atravesado un verano marcado por la falta de precipitaciones y los incendios forestales del oeste. Ello ha provocado la drástica disminución de la disponibilidad forrajera en los campos naturales y praderas perennes, como así también la imposibilidad de realizar de manera adecuada (en cantidad y calidad) reservas forrajeras. Estas permiten diferir los sobrantes teóricos de forraje que se originan durante los meses de mayor producción, la primavera, y permiten así mantener altas cargas animales en invierno.
Los maíces y sorgos plantados para confeccionar silajes de planta entera tampoco han rendido lo esperado. Adicionalmente, la falta de lluvias durante lo que va del otoño ha provocado problemas en la implantación de pasturas y verdeos de invierno. Si bien es posible que llueva en los próximos días, todo lo que no se pueda sembrar antes del 10 de abril (aproximadamente) va a perder el estímulo de la temperatura, lo que redundará en bajas producciones iniciales de forraje, acumulando el pico de producción para fines de invierno - inicio de la primavera. Y mientras tanto, ¿qué hacemos?
Si a esto le sumamos la incertidumbre por la que pasa el sector, la relación de precio maíz/kilo de carne en pie desventajosa producto de una merma considerable en la zafra de maíz, también como consecuencia del estrés hídrico, y la vocación de vender lo menos que se pueda de hacienda por parte del productor ganadero, exigiendo aún más a los campos por la alta carga, son todas variables que generan una situación muy delicada, a la cual nos vamos a enfrentar ni bien empiece la segunda parte del otoño y fundamentalmente el invierno.
Lamentablemente aún no ha llovido y, como se dice en el campo, cuando lleguen las precipitaciones (y esperemos que sea pronto) no va a llover pasto. Queriendo significar que habrá que esperar al menos dos meses para que esas precipitaciones redunden en una cantidad importante de masa forrajera que aprovechar con los animales. Hay productores que se anticiparon a esta situación y alivianaron sus campos. El resto al no vender y retener los animales comprometió aún más la cadena forrajera. Ahora si compran suplemento elevan los costos, corriendo el riesgo de perder mucho dinero, y si deciden vender animales para “alivianar” la carga animal que soporta el campo, hoy los precios no son buenos, producto de que estamos entrando en época de destete y comercialización de invernada y vacas secas.
Ante esta coyuntura descripta, la restricción alimentaria de los animales bien hecha, que permita especular con el posterior engorde compensatorio, aparece como una estrategia por demás de interesante, que permitiría en una sola medida lidiar con varios inconvenientes, porque permite reducir la necesidad de forraje y suplemento, a la vez que podemos deferir las ventas para más adelante, esperando que se aclare la coyuntura comercial del sector. Por otra parte, podemos mantener una alta carga animal en aras de poder aprovechar la gran producción de raciones baratas que llegan con la primavera o primavera/verano.
¿Qué es el engorde compensatorio?
El mismo consiste en el incremento de peso extra que presentan los animales que han pasado un período de restricción nutricional, una vez terminado el mismo y restituido el estatus alimentario, con respecto a otros similares que han tenido un nivel nutricional “normal” todo el tiempo. Es decir que si a un grupo de animales le hacemos atravesar un tiempo de bajo nivel nutricional, el cual puede variar de tres a cinco meses, con una intensidad que depende de la categoría -como regla general podemos decir que a mayor peso, mayor capacidad de soportar una restricción-, una vez que la misma finaliza y a los animales se los alimenta convenientemente los mismos engordan más durante el periodo de buena nutrición respecto a una tropa similar que come lo mismo pero que nunca haya sido restringida, lo cual les permitirá llegar a los dos rodeos a faena con muy pocos días de diferencia (20 a 30 días). Vale aclarar que los animales restringidos alcanzan igual nivel de gordura que los no restringidos a un peso mayor y la compensación nunca llega al 100%, se deben esperar valores de compensación de entre 50 y 75%.
Si la restricción está mal hecha y es demasiado severa, el aumento compensatorio puede llegar a ser cero, por lo tanto para llevar adelante esta técnica es indispensable la consulta a su ingeniero de confianza, de manera que le determine un plan de trabajo basado en la categoría de animal que el productor piensa restringir y el forraje que tenga disponible. Como norma general podemos decir que conviene restringir animales de alrededor de 300 a 350 kilogramos, que alcancen el peso de faena en el periodo de raciones baratas antes de entrar al segundo invierno. Normalmente esta es la categoría que el productor es más reacio a restringir porque está más cerca de vender, y de que le entre dinero al flujo de fondo, por lo tanto restringe las categorías más chicas pero ello lo hará entrar en un círculo vicioso.
Para finalizar diremos que durante la restricción los animales deben estar sanitariamente bien y desparasitados, pues una carga de parásitos que para un animal en dieta normal es baja puede ser nociva para un bovino en restricción alimentaría. Esta es, muy resumidamente, la técnica de restricción alimentaría y engorde compensatorio, obviamente quedaron muchísimas aristas sin tratar, pero la nota se haría demasiado extensa, por lo tanto le recomendamos una vez más la consulta a su profesional de confianza antes de iniciar este manejo, de manera de evitar errores, y resaltamos la importancia del uso de la balanza para medir los efectos de las distintas dietas restrictivas.
Mariano Fava: Ingeniero Agrónomo (MP: 607 CIALP) - para El Diario - Posgrado en Agronegocios y Alimentos - @MARIANOFAVALP