Es una conocida comunicadora social y locutora en la provincia. Con una larga trayectoria en radios y en actos oficiales, Silvina relató en un post en su cuenta de Facebook que fue golpeada brutalmente por su ex.
El agresor, de 46 años de edad, fue condenado hace unos días a un año y seis meses de prisión en suspenso (es decir, no irá a la cárcel), luego de un juicio abreviado, en el que ambas partes convinieron la pena. “El todavía vigente ‘por algo habrá sido’, sigue presente y resulta la justificación cómplice de la violencia. Imagen manifiesta de un murmullo agazapado de un machismo que cuesta desterrar. Ese murmullo tan intolerable que aturde”, dijo la mujer.
El hecho ocurrió en una casa de Santa Rosa. Tiró al suelo a Silvina y la golpeó a patadas y trompadas en el rostro y otras partes del cuerpo.
Diario Textual se contactó con Silvina para solicitarle autorización a publicar la nota. Su relato, conmovedor, es el siguiente:
Sin dudas este 8 de marzo fue un Día de la Mujer muy particular para el mundo entero, pero cada célula de mi ser me obliga a ser autorreferencial y a hacerme cargo de las señales que anulan toda casualidad y que hoy me “obligan” a escribir por las que no pueden hacerlo.
El 8 de diciembre (Día de la Virgen María) sufrí un dolor literalmente indescriptible que me atravesó cuerpo, mente y alma. No podía ser real. No podía ser… no merecía ser. Mujer, madre, con buenos valores, laburante, combativa, no sumisa y con espíritu de lucha siempre vigente tal el ejemplo de mis viejos. Separada y luego divorciada desde 2016 de quien ese día arremetió contra mí con golpes feroces de puños cobardes.
Un dato: una advertencia segundos antes de irrumpir violentamente me dio el tiempo necesario para hacer una llamada y ¿saben qué? Llamé a mi papá. Sí, a mi viejo. Fue el instinto de supervivencia a flor de piel. La gran mayoría de las mujeres que sufren estos episodios llaman a sus padres. La racionalidad y el sentido común “mandarían“a llamar a la policía pero nosotras llamamos a nuestro “super héroe”. Junto a él llegó la policía alertada por vecinos solidarios a quienes no me canso de agradecer.
Me lastimó mucho… vaya que sí. Heridas de las que se ven y de aquellas más profundas porque… sólo Dios sabe que me sangraba el alma. Mi corazón estaba “partido”. El mismo corazón que había elegido a alguien con quien volver a disfrutar de un derecho q le asiste a todo ser humano…el de ser felices, amar y ser amados. Me pude poner de pie (estoy segura que la virgen me ayudó, siempre lo hace). Por muchos días creo que sólo se ponía de pie mi cuerpo, todo lo demás seguía devastado en el suelo. La Justicia intervenía, actuaba y yo imploraba por ella. El golpe duele, la humillación duele, el miedo duele, el pensar en tus hijos duele, el dolor de tus padres duele, la decepción duele. Y entiendo que ese dolor puede paralizar.
El proceso de sanación es arduo y requiere de entender y permitirnos nuestra vulnerabilidad para, a partir de allí, aceptar la ayuda imprescindible para retomar el camino y seguir andando. Fortalecernos, reconstituirnos y sonreir. Porque es más fuerte quien más sonríe y nadie tiene derecho a quitarte ese hermoso privilegio. Dicen que cuando la vida trae olas difíciles hay que surfearlas. ¿De eso se trata no? Así que lucho aún hoy por no claudicar en el entusiasmo ni dejarme vencer. Por nosotras, por nuestros hijos y por los que nos quieren bien. Estos momentos tan tremendos revalorizan lo que de verdad importa: la magia de lo simple, el disfrute de los pequeños momentos. Lo sencillo pero invaluable que hace a la gran riqueza de nuestra vida.
Hay que rearmarse, juntar los pedazos para erguirse nuevamente con el mandato del corazón y el alma. Prohibir que el miedo haga de las suyas… “correr los escombros y destapar el cielo (qué imagen maravillosa). Estar ahí, pelear por lo justo. Empoderarnos y levantar la frente no sólo para luchar por una misma sino para desterrar el machismo todavía manifiesto en muchas personas y, sorprendentemente, en muchas mujeres. Y esto también hay que decirlo. Un episodio así te deja expuesta desde todo punto de vista y es, a partir de ahí, que comienza el imaginario colectivo a hacer de las suyas y dejar en evidencia resabios (no tan resabios) machistas. El todavía vigente “por algo habrá sido”, sigue presente y resulta la justificación cómplice de la violencia. Imagen manifiesta de un murmullo agazapado de un machismo que cuesta desterrar. Ese murmullo tan intolerable que aturde.
Se hizo justicia. Eso me trae paz. Que así sea con cada una de las mujeres que pasen por una situación de violencia, hayan o no sus agresores asumido la responsabilidad de sus actos y el abordaje para su recuperación.
El ser consiente de ser la víctima no impide sentir vergüenza, vulneración y exposición. Eso sentí. Y eso atenta contra la ya vapuleada autoestima. Contra eso también hay q luchar. Con coraje, con ovarios y con corazón como digo siempre. Arremeter contra la tristeza y el caudal insaciable de lágrimas que parece querer secarnos y marchitarnos. La exigencia de ser fuertes para salir adelante y cargar con eso y no poder. Pero se puede…podemos…debemos…¡nos lo merecemos!
Dolor, miedo, angustias, bronca, secuelas físicas y psicológicas q se prolongan y que sólo pueden ser sobrellevadas con la fortaleza que te dan quienes te rodean y profesionales especialistas en la materia. Gracias a mis hijos, mi familia, mis amigos, mi jefa, mis compañeras, mis colegas. Gracias Gobernador y funcionarios por su sensibilidad, gracias por la contención humana y la atención especializada de quienes trabajan en los estamentos públicos y judiciales vinculados a la cuestión de género. Tenemos leyes que nos amparan y una justicia que debe actuar en consecuencia.
Al comienzo de este relato hablé de “señales” que no pude obviar. Bien. El día 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, como todos uds. saben las calles fueron ámbitos de pedidos imperiosos y proclamas tan angustiantes como contundentes en defensa de derechos que nos asiste como mujeres, en contra de la desigualdad y de la violencia machista. Ese día, el 8 de marzo, fue mi audiencia frente al juez. Nada es casual. Para mí no lo fue: 8D – 8M.
Se hizo justicia. Eso me trae paz. Que así sea con cada una de las mujeres que pasen por una situación de violencia, hayan o no sus agresores asumido la responsabilidad de sus actos y el abordaje para su recuperación.
Hoy, con lágrimas sobre el teclado, digo: no soy valiente, soy resiliente. Tuve y pude hacer frente a la adversidad, trasformar el dolor en fuerza motora y así salir fortalecida de ella. Cargo a diario con secuelas inevitables pero también cargo con el coraje de vivir la vida, de querer disfrutarla junto a los míos, haciendo lo que amo, con alegría, surfeando la ola y haciendo camino al andar.
Por mi hija (y mi hijo), por mi madre, por mi hermana, por mis amigas, por mis compañeras, por todas… por mí. Yo sé lo que se siente ser una más. Hoy escribo por las que tristemente son “una menos”.