Raquel Barabaschi revivió este martes, frente a los jueces del Tribunal Oral Federal y los represores, las torturas y abusos que sufrió en su cautiverio. En un impactante testomonio, denunció a los "buchones" de la década del '70.
Raquel era estudiante de la sede de la Universidad Tecnológica Nacional en General Pico. Fue privada ilegítimamente de su libertad en diversas oportunidades y sometida a tormentos físicos y psicológicos. Declaró desde las 9 horas. "Este juicio no es político y no es por venganza, como quieren hacerlo aparecer. Porque si fuera por venganza, yo pediría que a ellos –dijo, mirando a los represores- les pongan las picanas en los genitales y los priven de poder trabajar".
La UTN en General Pico se puso en marcha en 1969 con el ciclo básico de ingeniería electromecánica y mecánica. Dependía de la Facultad Regional de Bahía Blanca.
En 1973 la delegación se convirtió en facultad. En 1974 asumió la conducción de esa unidad académica un equipo educativo dirigido por el interventor Carlos Agaya. En ese marco, un grupo de dirigentes de la CGT, comandado por Carlos Aragonés, pidió y consiguió la intervención de la facultad. Docentes y alumnos tomaron la sede en rechazo a esa decisión. "Nos decían zurdos, trapos rojos, pertenecientes a la IV Internacional. En plena vigencia de la Triple A, era seguridad de cárcel", sostuvo.
Barabaschi apuntó, como ya lo hizo en el primer juicio de la Subzona 14 en 2010, al dirigente peronista Aragonés. Fue uno de los principales delatores, dijo.
También mencionó a Rubén Marín, quien en los '70 era vicegobernador. "En una nota de un diario la época se informó que Marín y Aragonés habían ido a Buenos Aires, a una reunión en el Ministerio del Interior (de la Nación), y allí se quejaron de que un ministro (del Gobierno de Aquiles Regazzoli) había protagonizado la toma de los 'marxistas' de la UTN", sostuvo. Ese ministro era Santiago "Cholo" Covella, quien posteriormente fue secuestrado y torturado.
Además, relató, el diario La Reforma -con sede en Pico- "fogoneaba" la persecución. "La dictadura fue militar, cívica, judicial y eclesiástica. Era acompañado incluso por el Mofepa, un partido político, que sacaba comunicados donde pedían la liberación pero decían que teníamos que ser reorientados. Esos comunicados eran firmados por Ofelio Cayre y Rodolfo Roggero. Ahí veo la complicidad civil", dijo.
El 22 de enero de 1975 fue detenida por ocupar la sede universitaria. Resistía su intervención junto a otro grupo de estudiantes y profesores. Fue detenida en Pico y trasladada a Santa Rosa. Estuvo demorada unas horas y posteriormente fue liberada.
"Una vez liberados, retornamos a General Pico, a nuestros estudios. Fueron despedidos los docentes y los no docentes. El 22 de marzo de 1975 nuestro exdecano (Carlos Agaya) fue detenido y lo pasearon por todos los penales del país", dijo.
"Nos perseguían hasta para cuando íbamos a tomar un café porque había un fotógrafo de La Reforma que nos sacaba fotos... Nos vigilaban y perseguían", manifestó.
Luego, el 6 de diciembre de 1975, fue detenida en un operativo conjunto entre fuerzas militares y policiales en su domicilio, llevada a la comisaría de General Pico y trasladada al día siguiente a la Seccional Primera de Santa Rosa.
"Me trajeron por un camino vecinal; pararon y me dijeron que si querían me podían matar. 'Nadie se va a enterar', me dijeron. Aquí fue interrogada y permaneció detenida diez días hasta ser liberada. "Me interrogó (Carlos) Reinhart, mientras entraba y salía gente. Entre ellos Cenizo; lo conocía porque había sido compañero de un amigo en una escuela de policía en Río Negro. Y había estado en mi casa. También ingresó (Roberto) Fiorucci en una oportunidad. Cuando estaba en la celda, me dijeron que estaba incomunicada", contó.
Volvió a Pico y rindió la materia "Realidad Argentina". "Fue la última materia que pude rendir de la carrera de Ingeniería", dijo.
"Los meses que siguieron hicimos una resistencia pacífica. Hicimos volantes y qué hacían la pseudo-intervención. Juntamos alrededor de 2500 firmas para pedir la restitución de nuestros profesores. Pero veíamos que cada vez se enrarecía el ambiente".
El 24 de marzo de 1976 fue nuevamente detenida en Pico y liberada el día 25. "Nos detuvieron a los cuatro que estábamos en casa", dijo. Pero el día 26, es decir, al día siguiente, fue otra vez detenida y llevada a la Comisaría de Pico. Dijo que allí vio otra vez a Aragonés. "Lo escuché pedir por dos detenidos. 'Devolvelos que son de los nuestros', dijo este personaje", contó.
En la mañana del 27 de marzo fue trasladada a la Seccional Primera de la capital pampeana, donde padeció distintas sesiones de torturas e interrogatorios durante su cautiverio.
"Se escuchaba música muy fea, como si fuera música sacra, y ruidos desgarradores que venían de la planta alta. No se podía dormir. Hasta que una noche nos sacan a un pasillo. De una de las escaleras lo vimos cómo lo 'bajaban' por una escalera al "Cholo" (Santiago) Covella (quien había sido compañero en la UTN y posteriormente ministro de Obras Públicas del Gobierno). Era una persona muy grande, especialmente cariñosos con nosotros... Sinceramente debe haber sido la imagen más horrible que vi en todo mi estadía ahí porque estaba todo destruido y ensangrentado".
Dijo que en otra oportunidad vio golpeado a Ricardo Calvo. "Creo que a eso (de mostrar a los torturados) lo hacían para intimidarnos", sostuvo.
Un día, por la noche, fue llevada a la planta alta de la comisaría Primera, donde funcionaba la Subzona 14. Allí, como en otras tres oportunidades posteriores, fue brutalmente torturada.
"Me llevaron por una de las escaleras y, al llegar a una oficina, me pegaron una trompada en el estómago, que me tiró al piso. Me sentaron en una silla y me esposaron con las manos detrás de la silla. Se escuchaban voces. Me empezaron a desvestir, me sacaron la blusa y me empezaron a manosear", sostuvo.
"Alguno dijo que hacían eso por un servicio a la Patria... Yo quiero saber si un servicio a la Patria era abusar de una chica de 20 años, como me hicieron a mí", dijo. En ese momento, miró fijamente a los acusados. "Quiero ver si están todos estos valientes", expresó.
"Eran entre ocho o diez personas. En esa instancia del abuso que estaban cometiendo, alguien gritó: 'encima esta hija de puta es tortillera'. Es algo que me impactó, porque no sabía el significado de esa palabra. Después, pasado el tiempo, le pregunté a mis amigos varones con mucho pudor. No sé por qué pensaban que yo era lesbiana. Pero luego recordó que en 1975 nos encontraron, cuando fueron a detenernos, a mi amiga y a mi durmiendo en la misma cama. Tal vez pensaban que por eso era lesbiana...".
"Así -prosiguió- desvestida me pegaron trompadas y cachetadas, me pusierno un arma en la cabeza y me empezaron a interrogar a la célula terrorista que supuestamente integrábamos".
Además, la interrogaron sobre un policía que había muerto en el aeródromo de Pico. "Ellos querían atribuirnos esos hechos", dijo. "En realidad, después me enteré, era un policía alcohólico que se cayó sobre un caloventor o algo así, se quemó y murió".
"La sesión de tortura duró como dos horas. 'Ya que no querés cantar, ¿conoces la picana?' Yo le dije que no, y me dijeron: 'ahora vas a conocerla'. La encendieron y parecía el ruido de una soldadora (eléctrica). Lo primero que hicieron fue poner la picana en las esposas. Después en la cara, al lado del ojo. Después me abrieron la boca y me pusieron la picana en la boca. Después en el estómago y en los pechos. Después de que se cansaron, me sacaron las esposas. (Carlos) Reinhart me sacó la venda y cínicamente me puse un cigarrillo en la boca. Ahí lo vi a (Luis) Baraldini".
Fue trasladada a la celda nuevamente. "Yo pedí agua y la celadora me dijo que durante 48 horas no podía recibirla porque era contraproducente porque me habían pasado corriente. Por 48 horas no tomé agua. Pero una celadora, (Dolly Ghiglione de) Toldo, lloraba conmigo y me pasaba pañuelos mojados".
Los días domingos no torturaban. "Era un alivio. Sabíamos que era domingo porque escuchábamos a los niños, sus risas, y las hamacas en el parque", dijo. "También porque los domingos (los torturadores) eran señores de familia e iban a misa..."
Dijo que las detenidas, que estaban en celdas diferentes, por las mañanas de todos los días cantaban "Zamba de mi esperanza" para poder identificar quiénes estaban apresadas. "Un día nadie me respondió. La celadora me dijo que habían quedado en libertad, entre comillas, porque a todas nos pusieron en libertad vigilada. Traen a dos varones, que no tenían lugar, Ivalor Roma y Navarro. Abrían la ventanita, y se comunicaban. Intercambiábamos palabras. Hasta que una noche se lo llevaron a Roma, a la mañana me mostró, tenía los ojos desorbitados, el estómago azul, parecía una morcilla. Había sido castigado fuertemente".
En una de las sesiones de torturas, dijo que llegaron a apoyar la picana en un charco de pis. "En una sesión no entendía por qué no escuchaba el efecto punzante de esa picana. Después me di cuenta de que en esa sesión me oriné, porque no había podido ir al baño, y ellos la ponían en el charco que había en el suelo".
Dijo que en una oportunidad, luego de una sesión de torturas, fue revisada por el médico Máximo Pérez Oneto, uno de los imputados de este histórico juicio. "Apareció Pérez Oneto, a revisarme, tenía como 40 grados, le mostré los pechos. Me indicó unos comprimidos. Le dieron la receta a mi hermano. No me dio nada para las lastimaduras. Y me dijo algo así como 'ahora no se las aguantan'. Anotó algo y se fue", dijo.
También contó el calvario de Stella Maris Barrio, ya fallecida. "Cinco de ellos la violaron. Nuestra lucha era colectiva y cada cosa que nos pasaba a uno nos pasaba a todos", dijo.
Su libertad –ocurrida el 20 de abril de 1976- le fue comunicada por Luis Baraldini, quien le impuso como condición no volver a la facultad. "Me dijo que era lo peor de la sociedad", dijo.
Le ordenó que regresara a su pueblo, Winifreda, donde quedaría bajo la modalidad de libertad vigilada, debiendo presentarse a la comisaría cada vez que iba a salir de la localidad. "Si yo salía del campo (donde residían sus padres), debía informar en la comisaría a dónde iba", manifestó.
En Winifreda reinaba "el algo habrán hecho", dijo. "Allá también había persecución", dijo. "Nos miraban de reojo, había miedo", sostuvo. Un año después, se traslado a la casa de su hermana en Santa Rosa. Pero también bajo libertad vigilada.
"Se instaló que había sido una isla La Pampa. Y hubo un montón de gente secuestrada y torturada. No existía la justicia. Se desconocieron todos nuestros derechos. Era una persecución ideológica. No hubo terrorismo: acá hubo centros clandestinos de tortura ilegales. Cuando dicen que quería preservar La Pampa, lo que no querían era tener competencia", dijo.
"Conseguí trabajo, tratábamos de olvidar, teníamos que mimetizarnos para poder conseguir trabajo. Fue una experiencia sanadora, en abril del '84 llegó un policía con una citación, me encontré con Covella, también habían sido citados, nos habían dicho que no podíamos contar... él también tenía mucho miedo. El comisario Trohuill me dice que era para hacer un informe sumario, que tenía que declarar las cosas que nos habían pasado, que era para ayudarnos. Mi declaración fue muy corta, concisa, con mucho miedo. Tenía miedo de que se volviera en mi contra. En el '85 nos citaron acá en Santa Rosa, vinimos, y eran las dos de la mañana y estábamos sentados, hasta que por ahí... Era una proposición de Reta. Se iba a hacer una reconstrucción de los hechos. Me corrió un frío helado por el cuerpo. Les dije que yo me iba. Me opuse a esa situación, no sabía cómo era el mecanismo", expresó.