Este viernes 14 de julio de 2017 cumple 100 años. Se llama Laurentina Ainó, conocida en Telén como “Doña Laura”. Tiene tantos hijos, tantos nietos, tantos tataranietos y unos tantos “criados” que también son sus hijos. Si los tuviese que contar, dice que ya perdió la cuenta.
“Mirale las tetas, esa no vuelve hoy, pare esta noche… mañana la vamos a tener que campear porque va a andar con el chivito”, dice, mientras señala una chiva que suelta en la mañana del jueves poblada de niebla.
Soplará una torta con un uno acompañado de dos ceros, pegaditos, aunque para ilustrar lo que acobijó todo este tiempo no hay números ni cifras: “Ni sé cuántos nietos tengo. Son como noventa. Hijos tengo 16, pero por acá he criado un montón. El Hugo Cufré… un montón han pasado por acá”, dice, en voz muy alta, para escucharse ella misma lo que está diciendo.
Sostiene que tuvo 16 hijos. Tres están fallecidos.
Doña Laura vive al costado del acceso al pueblo, en la primera casa antes de ingresar al casco urbano de la localidad oesteña de Telén. Allí, a unos 200 metros del paso a nivel tiene su casa y el corral de sus chivas que crió un poco en la zona de chacras y otras sobre la ruta de acceso al pueblo. Tiene la memoria intacta, y una vitalidad que no solo le permite soltar las chivas todas las mañanas, sino que, hasta se camina medio pueblo. De vez en cuando tranquea más de 10 cuadras para no faltar al Cumelén. “Ando re bien. Hace unos días estuve un poco engripada por el frío, pero yo ando bien. Cuando no me vienen a buscar, me voy sola caminando hasta el Cumelén”, cuenta a InfoHuella.
Vive con sus nietas. Hace dos pasos, y los tataranietos se le cuelgan de las piernas, como chivitos buscando a su madre. Tiene cien años, y le hace upa a Bianca, una de las más chiquitas, que parece una muñeca.
Cuenta que nació a orillas del río Salado, y señala con la mano hacia el oeste del oeste, como buscando el lugar que la vio nacer allá por el 1917. En Telén, trabajó en el aserradero, en el matadero, con el hacha junto a su marido en el campo, de ama de casa: “Yo le hice a todo hijo, a todo. Si habremos andado en la “hachada” junto a mi marido”, relata.
HIJA DE “EL INDIO” AINÓ
Doña Laura, es hija de Félix “El Indio” Ainó, conocido también como el Vairoleto del oeste. “A mi padre lo mataron los milicos. Yo desde chiquita decía “los milicos”. Mi madre, siempre me retaba y me decía “¡Lila!”, mi mamá me llamaba Lila… “¡Lila!, no le digas milicos, decile Policía”, recuerda.
Félix “El Indio” Ainó, murió el 15 de junio de 1948, cuando Laurentina tenía 31 años. Recuerda que a su padre lo mataron los milicos.
LA HISTORIA
Norberto Asquini, consignó que la historia oficial habla de un enfrentamiento con la Policía, en cercanías de Mendoza y límite con La Pampa. Su muerte fue celebrada por la Policía en la Revista Policial de La Pampa con el título "Cae un famoso bandolero" y también su caso fue publicado en medios nacionales. Según todos, "había expresado su firme propósito de no entregarse vivo".
La otra versión, casi la menos contada, pero también recordada por el periodista en boca de Francisco Moneo, sostiene que "Ainó escuchó los perros que torearon a los policías y se levantó a mirar, y cuando se volvió le tiraron de atrás. Dicen que no pudo responder porque se le atrancó un proyectil y no pudo tirar".
LA AHIJADA
De su padre y de la amistad con Vairoleto, Doña Laura recuerda que ella es ahijada del “bandido rural” más conocido en territorio argentino. “Yo soy ahijada de Vairoleto. Es mi padrino. Siempre andaban juntos con mi padre. Primero los milicos mataron a Juan Bautista (1941) y después a mi padre”, sostiene.
En tierra pampeana, al igual que a Vairoleto, “El Indio” Ainó tiene canciones y poesías, nada más ni nada menos, que en la pluma de Bustriazo Ortiz y en letras y acordes de Julio Domínguez, El Bardino.
Doña Laura, Laurentina o, Lila, como la llamaba su madre desde niña, es una mujer que más de un vecino del pueblo telenense admira. Acarrea una historia de amor y entrega por los demás. No se cansó de nada, menos de tender sus brazos. También, tiene una historia dura, tan dura como la tierra del corral. Pero como a sus chivas, sigue arriando los días y los años, que no son pocos y que, para sus ganas de seguir, tampoco son tantos.