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Carlos Kisner 200
Foto del escritorLa Pampa

“Pude aguantar por la adrenalina”


Hace 10 días, justo en el día más frío del año, Walter Faccipieri volcó con su auto y terminó adentro de una laguna. Lo internaron en Pico con un cuadro de hipotermia. Dice que volvió a nacer y cuenta su experiencia.

Faccipieri tiembla. Se mira las manos, intenta detener el movimiento pero no puede. Está mojado de pies a cabeza y siente cada ráfaga de viento como si miles de agujas se le clavaran por todas partes. Por la ruta, a unos 50 metros, los autos pasan pero no alcanzan a verlo. Grita y levanta una mano pero es inútil. Nadie advierte que está allí, en medio del agua, arrodillado sobre la única parte de su coche que no se sumergió, aferrado a la antena de radio para que el oleaje no se lo lleve. “Tengo que aguantar, tengo que aguantar, no puedo dormirme” se repite como un mantra. Pasan 40 minutos, un auto se detiene, un hombre baja y comienza a frenar el tránsito. “Ya avisé a la policía. Quedate tranquilo”, escucha. Para que lo saquen del agua todavía faltan dos horas. Los diarios del día siguiente, dirán que es la noche más fría del año.

“Ahora que lo pienso, creo que aguanté por la adrenalina. Es increíble cómo se comporta el organismo en situaciones extremas. Los médicos me dijeron que resistí porque estoy en buen estado físico. Ni siquiera me engripé. Pero cuando en el momento en que me sacaron del agua, les costó encontrar los latidos del corazón”, cuenta Faccipieri, una semana después del día en que -dice- “volvió a nacer”.

Walter Faccipieri tiene 58 años, dos hijas y es gerente general del Instituto Provincial Autárquico para la Vivienda (IPAV). Tiene también una relación con Carina, una piquense a la que visita asiduamente, como ocurrió el sábado 17 de junio pasado, en la previa al Día del Padre, cuando su auto cayó en una laguna y estuvo a punto de morir de una hipotermia.

El agua sube.

El ticket de la estación de servicio en la que paró a cargar nafta indica que fue a las 21.36 cuando emprendió viaje para Santa Rosa. Enfiló por la ruta 7 porque la 35 sigue cortada por las inundaciones. Aunque el viento le pegaba de frente, el auto se mantenía estable sobre el camino. Quizás fue una mala decisión intentar sobrepasar un camión en el kilómetro 124, después del cruce de Villa Mirasol, justo donde hay un viejo alteo que divide una laguna. Fue un abrir y cerrar de ojos. Cuando quiso regresar hacia su carril, el auto se descontroló. En este punto el relato de Faccipieri se vuelve lento hasta descomponerse en fotogramas: ve yuyos, agua, mucha agua, siente que el Peugeot 208 da un tumbo y cae a unos cinco metros de la banquina, el auto se sumerge, sale a flote y, finalmente, por el peso del motor comienza hundirse por la parte delantera.

Ahora Faccipieri está atrapado. El parabrisas cubierto del agua y no ve nada. El sistema de seguridad del coche bloqueó todas las puertas, los levantavidrios y encendió todas las luces.

El agua comienza a entrar lentamente. El gerente se saca el cinturón de seguridad pero sigue atrapado. Comienza a patear la ventanilla del acompañante con un pie y nada. Repite la operación con las dos piernas unas veinte veces, poniendo todo el peso de su cuerpo en cada embestida. El vidrio cede y logra salir. El agua está helada y no hace pie. El auto sigue hundiéndose hasta que en un momento cesa. Solo queda afuera del agua la parte trasera. Se aferra de la antena de radio. El viento, el oleaje, arrastran al Peugeot cada vez más lejos de la costa.

El rescate y el asado.

“Estuve 40 minutos pero nadie me veía. A esa altura ya estaba a 40 ó 50 metros de la costa. Algunos pararon gritaron algo pero se fueron. Yo no sabía qué hacer hasta que paró Ezequiel Bonomo. A él quiero agradecerle porque pasó, volvió y cortó el tránsito. Después paró un colectivo en el que viajaban los jugadores de básquet de Pico Fútbol, venían de jugar con Estudiantes. Los jugadores se bajaron y empezaron a gritarme y alentarme. ‘¿Cómo te llamás?’ me decían, ‘vos podés’. Yo les respondía como podía porque estaba de espaldas a la ruta. De la cintura para abajo no sentía nada”, agrega el gerente, y aprovecha para agradecer a los médicos, bomberos y policías que lo rescataron.

“Después de lo que me pasó pensé muchas cosas. Pensé por ejemplo en lo ridículo que es morirse ahogado en La Pampa. En que no había nadie señalizando la ruta como pasó en días anteriores por las inundaciones. Pensé en el camionero que me vio caerme al agua y nunca se detuvo al igual que otros dos autos. Y también en que amerita tener a disposición un gomón o una lancha para casos como el que me tocó vivir a mí”, agregó.

Cerca de la 1 de la madrugada, después de haber estado tres horas aferrado a la antena de su coche en el medio del agua, Faccipieri fue internado en el Hospital Centeno con un cuadro de hipotermia. A las 9 de la mañana le dieron el alta.

-¿Qué hizo el domingo después de todo lo que le tocó pasar? -Me levante y me puse a hacer el asado. Alguien tenía que hacerlo y además había motivos para festejar.

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