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Foto del escritorNorberto G. Asquini

El agua, el territorio y el olor a choripán


En una semana donde una nueva crisis climática, esta vez la de las intensas lluvias y las consecuentes inundaciones, se abatió sobre la provincia, la política se coló entre la desesperación y la angustia de la gente.

Política pasada por agua

Las inundaciones en Santa Rosa mostraron no solo el rostro de la tragedia que marcó a muchos vecinos que perdieron sus bienes y el lado solidario de muchos otros, y también reveló la trama de la competencia política de los gobiernos. La presencia de los tres Estados -nacional, provincial y municipal- contribuyó a paliar la crisis, pero no estuvo exenta de tensiones. Es que frente a un desastre como el ocurrido, toda gestión queda al desnudo: muestra su capacidad y su eficacia para abordar los miles de problemas que estallan en simultáneo, y cualquiera sea el esfuerzo que haga no llega a solucionarlos en su totalidad.

Si una mesa interministerial del gobierno provincial se reunió con el intendente santarroseño, si se intentaron coordinar esfuerzo entre las autoridades, en el territorio, en el cuerpo a cuerpo, hubo intereses en juego en medio de la frenética y caótica realidad.

Por un lado, el municipio radical centralizó toda la ayuda a los vecinos y se vio desbordado en los primeros días de una catástrofe climática imposible de prever. Por otro, estuvieron sectores del justicialismo que colaboraron frente a la emergencia que vivían los evacuados, en paralelo a la estructura municipal. En esa intermediación hay control del territorio y una búsqueda del rédito político. Eso se observó desde el oficialismo municipal, y radical, desmarcándose del PRO y de sus funcionarios, y llamando directamente a las oficinas de Nación. O en los reclamos de militantes del justicialismo encolerizados por la falta de respuesta en muchos casos del municipio ante pedidos concretos de vecinos. Y hasta de la anunciada visita del ministro de Interior, Rogelio Frigerio, otra evidencia en el terreno de cómo se gestiona y se hace política a la vez. Sobre todo en un año electoral.

También encontramos el juego mediático por detrás de la cobertura de la gente reclamando o evacuándose. La desafortunada imagen del secretario de Interior de Nación, Juan Carlos Morán, con los pies en el agua posando para la foto fue difundida por el oficialismo provincial.

La réplica fue la crítica por el viaje realizado al exterior por el gobernador Carlos Verna justo en el momento más álgido de la emergencia, tema usado por los medios porteños afines al gobierno macrista. La catástrofe solo deja golpeados a su paso frente al tendal de necesidades y el malhumor social.

Al ritmo de la polarización

El sábado fue la marcha en la Ciudad de Buenos Aires, y otros puntos del país, en respaldo al gobierno nacional. Lo que fue considerado una multitud se reunió en "defensa de la democracia" y en contra de la "desestabilización" de las medidas de fuerza del sindicalismo (CTA, docentes y CGT) y del kirchnerismo. En Santa Rosa apenas se congregaron menos de un centenar de personas. El frío de la noche no alcanza solo para explicar la escasa convocatoria.

Aunque primero trató de desmarcarse del 1A, el presidente Mauricio Macri salió a capitalizar la marcha, lo que pareció darle nuevos aires a una gestión golpeada por una serie de contratiempos. El adversario del gobierno quedó definido esa noche: el macrismo seguirá apostando a la polarización con el kirchnerismo. Está "condenado a confrontar", según define el periodista Carlos Pagni. Depende para las próximas elecciones, y así lo demostró la movilización, más del apego al pasado, de los fantasmas del kirchnerismo, que de los magros logros de su gestión todavía a la espera de una recuperación económica que no parece llegar.

La marcha fue convocada a través de las redes sociales, tuvo un componente de clase media, fue principalmente espontánea, pero no solo fue por un apoyo de Macri, sino sobre todo en contraposición al kirchnerismo, ya que ese tipo de movilización se habían dado muchos antes de 2015 y de que Macri llegara a la Casa Rosada. Es una corriente antikirchnerista que por defecto apoya al gobierno actual para intentar derrotar de una vez por todas a la expresidenta, y lo que representa.

Choripan y gusto a viejo

El gobierno nacional intenta a su vez relanzar la gestión y la agenda electoral le impone un rumbo no deseado. Las medidas de corto plazo para reactivar el consumo -regreso de las cuotas sin interés, hipotecas a 30 años, relanzamiento del Ahora 12 y otro plazos, las 50 cuotas para electrodomésticos o el nuevo Procrear- se cruzan y aplazan las pensadas para el largo plazo -baja del déficit fiscal, bajar el gasto público, la apertura comercial, la reforma de las ART-.

En esa estrategia de la polarización, el macrismo habla de una política "sin colectivos ni choripán", y de un sindicalismo "mafioso", adoptando en parte esa "patología del gorilismo" que observó Jorge Asís en la movilización sabatina. En vez de apostar por tópicos como la "unión de todos" o los beneficios de un país transformado, ha quedado atrapado en un debate con gusto a viejo, como también buena parte de la sociedad.

Cada lector después hará su recorte, así como lo hace cada medio, de los dos términos de la grieta, pero no puede obviar las semejanzas entre los dos polos: en las marchas hay radicalizados de un lado y del otro, el macrismo encuentra desestabilizadores y golpistas en las calles donde antes los encontraba el kirchnerismo y ambos se aliaron a los sindicatos cuando pudieron tenerlos de su parte y los repudiaron cuando reclamaron en las calles.

Los dos polos pampeanos

Esa polarización entre el macrismo y el kirchnerismo, que le da réditos políticos a ambos, parece perder efecto, aunque no desaparezca, cuando cruza el límite hacia La Pampa. Con un peronismo en el poder de matriz anti-K, y que tiene una alianza tácita con los restos del kirchnerismo peronista, el PJ pampeano afrontará las elecciones legislativas con otra estrategia de confrontación.

La polarización en La Pampa, como marca la tendencia histórica, será entre el campo peronista y el no peronista. El segundo tendrá como eje el reclamo de que falta mucho por hacer y que no se puede poner palos en la rueda a Macri -en versión del PRO- o puede tener una lógica más local -y radical-. El peronismo responderá con una lógica provincial y la defensa de los intereses pampeanos -y de las clases populares o el habitante de pie- frente al modelo económico y político del macrismo.

En La Pampa, la polarización no divide al peronismo como en Buenos Aires, el PJ está en el poder y a la vez está unido detrás de una figura, como es el gobernador Verna, cuestión que contrasta con el escenario nacional. La polarización en La Pampa, o el eje central de la campaña, parece que será entre dos oficialismos, con acusaciones cruzadas de que uno no deja gobernar al otro.

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