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Un gobierno sin memoria, sensibilidad, brújula ni GPS


LA SEMANA POLÍTICA

En octubre próximo se podrá ver cuántos votos mantiene el gobierno. A la luz de lo visto en marzo, no tiene memoria, sensibilidad, brújula y ni siquiera GPS, esos aparatitos que permiten saber adónde ir.

Si se toma marzo como indicador, se podría asegurar que el gobierno puede finalizar de la peor forma, aunque que la política argentina es cambiante y más adelante puede encontrar pausas y recuperación del ánimo.

Por lo visto en el mes (y falta la movilización de ambas CTA el 30), el oficialismo está peor que nunca, hundido en una de esas fosas del Pacífico a 8.000 metros de profundidad, como dijo Fidel Castro de Carlos Menem, sin nombrarlo, en su discurso de 2003 en las escalinatas de la Facultad de Derecho.

Es que marzo comenzó con extraordinarias movilizaciones sociales, por reivindicaciones que pegaron en el mentón gubernamental. El 6, 7 y 8 (nada que ver con el programa que iba por la Televisión Pública), arrancó con el paro docente, siguió con la movilización de trabajadores y coronó con el paro nacional e internacional de mujeres.

En cada una de esas jornadas hubo no menos de 300.000 personas en las calles de Buenos Aires, que se vieron cortadas luego por piquetes de desocupados y cooperativistas con reclamos contra el ajuste.

Y en esta segunda quincena de marzo, se vio la mejor parte. Primero con una conmovedora movilización de los docentes, provocados por Macri cuando dijo que hay sectores que “caen” en la educación pública, amén de su negativa a conceder la paritaria nacional.

En la Marcha Federal Educativa hubo 400.000 personas venidas de los cuatro rincones del país, haciendo sus reclamos en forma educada y enérgica, defendiendo a Roberto Baradel (Suteba) y reivindicando la educación pública que dio 5 Premios Nobel. Hubo una notable unidad de acción de todos los gremios, incluyendo las Federaciones de profesores universitarios.

Esa unidad subraya algo positivo que, paradojalmente, se debe a Macri: lo suyo fue tan brutal que ha tenido la virtud de unir a gremios que antes no podían ni verse. No fue magia. Macri lo hizo.

Ya no es Gardel.

Y el remate de un mes memorable vino de la mano de los organismos de derechos humanos. Otro océano de gente inundó la Capital Federal, Córdoba, Rosario, Mendoza, Salta, Río Negro, Neuquén y otras ciudades. Fueron más de 600.000 personas las movilizadas en el día de la Memoria, la Verdad y la Justicia, en el feriado que Macri quiso cambiar, moviéndose como elefante en un bazar.

En esa gaffe suya, donde debió dar marcha atrás, confluyeron dos rasgos personales y de su gobierno: autoritarismo y autosuficiencia al extremo de la soberbia, por un lado, y profunda hostilidad a todo lo relacionado con “el curro” de los derechos humanos.

Macri, sus ministros y María E. Vidal hostigaron a los maestros incluso en los días de sus históricas movilizaciones. Como era presumible, ninguna columna del PRO-Cambiemos marchó ni cinco metros con los docentes, en ninguna parte de la Argentina.

Esas autoridades también se borraron cuando los trabajadores confluyeron en aluvión sobre el ministerio de Modernización, el 7 de marzo. Eran el motivo de la bronca y tampoco se hicieron ver.

En la marcha de mujeres, cuyo contenido político no era tan antigubernamental como las mencionadas, tampoco contó con la participación de las ministras Patricia Bullrich, Susana Malcorra y Carolina Stanley. Estaban en otros menesteres; Pato, por ejemplo, además de estar en alguna degustación, buscaba imponerle a Horacio Rodríguez Larreta que reprima a los piquetes en la Capital. Esa fuerza terminó reprimiendo y golpeando a 20 mujeres, tras la manifestación del 8 de marzo. Obvio, ninguna era del PRO.

En la Marcha Federal Educativa fue más atronadora la orfandad política del macrismo. Hubo 400.000 flores que se abrieron y ninguna tuvo el amarillo como color. Agudizando esa falencia del gobierno y su Talón de Aquiles, en esa vastedad de mujeres y hombres, con mayoría de mujeres, el PRO-Cambiemos había ganado con amplitud la elección presidencial de 2015. Gran parte eran votantes suyos los que llegaban, cansados pero contentos, luego de 24 o 48 horas de transitar el país rumbo a la Plaza de Mayo, quedando a varias cuadras del palco. Ante una buena porción de ese público, en 2015, Macri fue Gardel y Lepera, y ahora lo chiflaron como un berreta, y no lo dejaron cantar.

No hay peor ciego.

En política suelen ganar los que logran sumar más aliados, poniendo de blanco a quienes consideran sus mayores enemigos y propinándoles un impacto más duro. Cuando no se lo logra, generalmente viene el contragolpe sobre quien erró el vizcachazo.

Macri, Vidal y el poco preparado Esteban Bullrich, quisieron presentar a los reclamantes docentes como “políticos kirchneristas”, corporizados en Baradel. Y los acusaron de perjudicar a “los chicos”, denigrando a la educación pública con los resultados de la encuesta Aprender.

Y les salió todo mal. Aunque toda huelga tiene un inevitable costado político, bueno o malo (muy bueno en este caso), su razón de ser no era ese contenido político sino la justa demanda de un aumento salarial, frente al 18,4 por ciento en cuatro cuotas. Se pedía eso, más la paritaria para fijar el salario-piso y debatir sobre varias asignaturas pendientes del gobierno frente a la docencia. Tener jornadas nacionales de protesta el 15, 16, 21 y 22 de marzo, más los paros provinciales, perjudica a los alumnos, pero el gran tema es de quién es la culpa. Y las calles, los discursos, los cantos, las pancartas, los grafitis, los reportajes, las encuestas, etc., indican que el gobierno fue visto por la mayoría como el gran responsable de que las clases no hayan comenzado con normalidad.

Macri ha perdido la partida con la docencia. Que lo quiera admitir o no, esa es otra historia. Que se decida a aplicar a ese rubro las partidas que destina a otros menesteres, eso también está por verse. Mientras más demore en reconocer el resultado y “volver a fojas cero”, será peor para él. Ha roto relaciones con un sector que lo votó con amplitud en 2015 y lo ha empujado a los brazos de la oposición, aunque hoy no se sepa bien la identidad política de ésta.

Frente a esas huelgas y piquetes el gobierno ha tenido cero sensibilidad social, al punto que varios de sus exponentes, sobre todo la ministra de Seguridad, aseguró que piensa reprimir policialmente y pidió de antemano que la sociedad no reproche el accionar de los uniformados (muchas veces son de civil y sus golpes duelen tanto como los propinados por los de azul).

Si a la falta de recursos para Educación, negativa a los aumentos salariales y las paritarias, aumento de la recesión y desempleo para la industria y la construcción, etc., se añade un incremento de la represión policial, entonces la situación política sería inmanejable. La idea de que uno puede ser un desocupado más es muy dura, pero si además puede terminar con el cuero atravesado por las balas de goma o de plomo, eso implicaría tragedias personales y conmociones sociales.

Debe recordarse que el 4 de abril se cumple otro aniversario del asesinato del maestro Carlos Fuentealba en Neuquén, a manos de la policía del impune Jorge Sobisch, afín a la derecha y MM.

En medio de este conflicto docente el gobierno debería tomar nota de aquel antecedente y frenar. Que no aplique la lógica terrorista del yihadismo que en países europeos embiste a la gente con camiones a toda velocidad.

Si el presidente no le cree a los educadores, debería repensar lo que le dijo su amiga Mirtha Legrand: “creo que ustedes no ven la realidad”. No hay peor ciego que el que no quiere ver, dicho con respeto por los no videntes.

Ningún PRO.

La movilización del 24 de marzo fue extraordinaria y eso que no cuadraba con un aniversario “redondo” como el del año pasado, a 40 años del golpe. También el 41 tuvo una convocatoria histórica, con actos y marchas que marcaron a fuego lo que fue la dictadura militar-cívica, condenaron el genocidio y reivindicaron a los 30.000 desaparecidos como militantes populares, sin ceder a la teoría de “los dos demonios”.

Esta es la lucha de Madres, Abuelas y demás organismos, apoyadas por numerosas fuerzas políticas (no sólo el kirchnerismo, como lo presenta una parte de éste). Y logró la gran victoria de condenar a la dictadura como un conjunto de militares, empresarios y clérigos aplicando el terrorismo de Estado al servicio de Martínez de Hoz y los monopolios.

Ese triunfo se vio coronado en las 750 condenas a represores en juicios por delitos de lesa humanidad, y 121 nietos recuperados para sus familias. Esa gran cosecha debe completarse con los juicios a los empresarios impunes, caso Carlos P. Blaquier, y la recuperación de los nietos que falta hallar.

En esa jornada memorable el gobierno de Macri se llevó un reprobado, por sus planes de ajustes profundamente inhumanos, el encarcelamiento de Milagro Sala, sus negocios de amigos en detrimento de los pueblos originarios, la persecución judicial contra la ex presidenta, etc.

Este 24 de marzo fue el punto más alto de la movilización democrática de Argentina. Y como ocurrió en todos los años anteriores, no hubo ni un grupete del PRO con una bandera. Y eso que el país era un mar de banderas. El PRO, ausente. La encuesta “Aprender Democracia” le pondría un cero.

Emilio Marín para LA ARENA

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