LA SEMANA PAMPEANA
I – Finalmente, lo que parecía imposible sucedió. La justicia condenó a cuatro docentes de un jardín de infantes a durísimas penas al considerarlos culpables del delito de abuso sexual contra tres niños. La causa se inició hace casi dos años e involucraba en un principio a cuatro decenas de niños que, según el relato de sus padres eran sometidos en la quinta de un profesor que trabajaban como personal administrativo de la coordinación. En esa quinta eran metidos en la pileta, le sacaban fotos, los desnudaban, las docentes se metían con ellos desnudas en la pileta en una orgía de perversión de una verdadera banda de pedófilos cuya difusión pública, horrorizó a la sociedad pampeana.
II – Pero a poco que se inició la causa, los investigadores comenzaron a encontrar graves dificultades para sostener el relato que los padres contaban. No había entre los supuestos integrantes de la banda de pedófilos comunicaciones ni telefónicas, ni de correo electrónico, ni de wassap ni nada que permitiera corroborar la forma en que se ponían de acuerdo para realizar semejante despliegue de sus bajos instintos. Sus computadoras no tenían material de pedofilia típico en estos casos ni siquiera pornográfico ni contenía ningún indicio que permitiera insinuarlo. Decenas de testigos que trabajaban con ellos en el edificio donde funcionaba el jardín y la coordinación negaron haberlos visto alguna vez juntos o con niños ni dentro ni fuera del establecimiento. Las pericias sobre las cámaras fotográficas y de video de los imputados no arrojaron que tuvieran grabados (o borrados pues la teconología de rastreo permite comprobar también la existencia de fotos que se borraron) imágenes de la naturaleza de la que relataban los padres ni ninguna otra que involucrara a los niños. Los rastreos que se hicieron de material genético en la quinta del principal imputado y en su automóvil dieron resultado negativo. Solo se encontraron rastros genéticos de sus nietos, derrumbando así la teoría del uso de ese lugar y de ese auto en el traslado y sometimiento de los menores del jardín. Las pericias sicológicas sobre los acusados (dos de ellas madres de niños pequeños) arrojaron que no eran portadores de perfiles de personalidad que animara a creer que se estaba ante un pedófilo.
III – Estas comprobaciones que sembraban dudas sobre la veracidad del relato de la acusación debieron obligar a los funcionarios judiciales que sustanciaban la causa a liberar a los docentes que se encontraban detenidos preventivamente. La presunción de inocencia debió aplicarse aquí a poco de iniciarse la investigación. Pero no fue así. La justicia los mantuvo presos sin pruebas. Mientras, los fiscales no parecían preocupados en formularse preguntas tan sencillas como: ¿Como fue posible que los niños fueran objeto de tan brutal abuso sin que sus padres o familiares lo advirtieran inmediatamente? ¿Cómo fue posible que los sacaran del jardín sin que nadie de la escuela los viera? ¿Cómo fue posible que los metieran en una pileta en abril y no lo advirtieran cuando los niños volvían a las pocas horas a su casa? ¿Cómo pudieron desplegar semejante nivel de coordinación cuatro presuntos pervertidos que no se comunicaban entre si? ¿Como es posible acusar a alguien con una discapacidad solo porque en un relato alguien hablaba de un “payaso con pata de palo”?
IV – Luego las cámaras Gesell a los niños, en medio de fuertes presiones y en un ambiente donde era imposible evitar que el relato de los mayores contaminara a los niños, no arrojó resultados que permitieran acusar a las personas que estaban presas del gravísimo delito que se les imputaba. Aún en el único caso donde se tenia la certeza de estar ante un niño abusado, de sus palabras no podía concluirse que estaba acusando a alguien identificable ni que el abuso se cometiera en los lugares adonde apuntaba la querella. En este caso, al igual que en otro niño amigo de éste, había una clara mención que apuntaba a un presunto abuso en el entorno familiar con un nombre que no fue investigado ni tenido en cuenta por los jueces del tribunal. Solo la premeditada intención de los abogados querellantes y los fiscales que parecían obedecerlos (uno de esos abogados fue nombrado jefe de fiscales en la 2° Circunscripción), pudieron extraer de esos relatos una acusación contra los docentes.
V – La lectura de la sentencia horrorizó a quienes han seguido de cerca el caso. Utelpa ha dicho en estos días que si se puede condenar a un docente de esta forma “todos los docentes de La Pampa están en libertad condicional”. No solo los docentes, habría que agregar, todos los pampeanos lo estamos. (LVS - La Arena)