Un artículo publicado por diario norteamericano “The New York Times”, uno de los más leídos en ese país y en el mundo, muestra la vida de los cazadores pampeanos que practican la caza de jabalí con jauría y refleja su temor de que la presión de los grupos defensores de los animales logre prohibir la actividad. Con testimonios directos y una ajustada semblanza de la caza artesanal, el artículo contrasta este estilo de vida con el de los cazadores extranjeros que lo hacen en sus tiempos libres y en cotos de alto poder económico.
Publicado en la edición del 25 de agosto, el artículo lleva la firma de Jonathan Gilbert, un joven que visitó la provincia y que, entre otros tópicos, se interesó también por temas vinculados a las comunidades originarias. La crónica lleva el título de “En las llanuras argentinas, los cazadores se sienten acorralados por las críticas ‘hechas de asfalto”, frase que refleja uno de los testimonios recogidos por el periodista, el de Hugo Javier Alfonso, un carnicero santarroseño de 41 años que opina que los cuestionadores de la cacería con jauría son citadinos que poco conocen del ambiente rural y se impresionan fácilmente con algunas imágenes.
Alfonso no es el único cazador citado por Gilbert. También lo está el albañil Daniel Briguez, que en la imagen central posa junto a su hijo y a una jauría de “mastines argentinos”, como le llaman a los perros dogos, y Jorge Fetter y su hijo; Juan Carlos Cabral, Angel Rafael Ainó y Luciano Beloqui. Cada cual aportó un argumento o un relato de esta arraigada práctica en el campo argentino.
Acorralados.
Fechado en el departamento de Utracán, la crónica pone en evidencia que esta tradicional actividad se encuentra acosada por organizaciones defensoras de los derechos animales que, en contraste, tienen cada vez más presencia social. No deja de señalar que estas organizaciones, aún siendo pequeñas tienen un alto poder de influencia y han llegado a considerar que los animales son “personas no humanas”, y por ende con derechos casi equiparables a los de un ser humano.
Luciano Beloqui, el joven intendente de Quehué, aparece referenciado junto a su pequeño hijo, de quien espera que en su juventud sienta su misma pasión que él por la caza en el monte y el campo abierto. De Beloqui, Gilbert rescata la frase de que los “cazadores de pajaritos” de hoy, serán los cazadores de jabalíes de mañana y su advertencia de que los cuestionadores se quedan con la imagen final del jabalí muerto y no prestan atención a todo el proceso que conllevan perseguir a un animal que tiene la capacidad de matar a una persona.
“Oxidadas camionetas”.
Además de su condición de trabajadores, Gilbert pone el ojo en las precarias condiciones en que estas personas realizan la cacería, citando en varias oportunidades las “rusty pickup trucks” (oxidadas camionetas pickups) que utilizan para meterse en el monte.
“En muchos aspectos, Briguez sintetiza la pasión de los cazadores”, sostuvo. “Cada vez que puede se escapa de la capital provincial, Santa Rosa, por ondulantes cadenas de médanos hacia los campos de cacería en su pickup Ford modelo 1999. Cazará durante la noche y a la madrugada volverá a su casa para una rápida sienta en el sofá antes de ir a trabajar en la obra en construcción”.
Con esta gráfica descripción el periodista focalizó su atención en el carácter trabajador de estos cazadores y el hecho de que le roban tiempo a otras actividades para despuntar su pasión. Todo ello a diferencia de quienes lo hacen en los cotos de caza, pagando grandes sumas y en condiciones que están en las antípodas.
En defensa de la cacería opinó María Fernanda Cuevas, una bióloga que ha estudiado la ecología de los cerdos salvajes en Argentina. “(Los jabalíes) Dañan tanto la biodiversidad como la economía”, sostuvo la investigadora. “La única solución para realmente disuadirlos, es cazarlos”.
La crónica concluye con una reflexión de Briguez, el primer entrevistado: “Compartir esto con mi muchacho es lo más grande. Es una forma de vida”.