Cuando terminó el secundario se fue a trabajar al campo, pero surgió la chance de ir a Buenos Aires y hoy, a los 22 años, Maxi Pizzamiglio juega al rugby entre los mejores del mundo, en Australia.
La verdad que no tengo sueños o grandes ilusiones, solo disfruto cada momento. Si me pongo a pensar mucho, no lo creo, así que disfruto al máximo”, dice Maximiliano desde Canberra, a más de 11 mil kilómetros de la cancha del club Estudiantes de Santa Rosa, el lugar donde aprendió a jugar con la pelota ovalada. A esa ciudad, la capital de Australia, llegó en marzo convocado para jugar con Brumbies, uno de los equipos más poderosos del Super Rugby, el campeonato de selecciones provinciales del hemisferio sur.
“Somos 32 jugadores y entrenamos todos los días. Es increíble para mí, lo que aprendés, la calidad de los trabajos. Yo entreno con Brumbies y juego para Wests, integrante de la Actru Premier Division. Estoy muy cómodo y comparto equipo con otro argentino, Gonzalo Chain, así que eso ayuda porque por supuesto que se extraña mucho”, reconoce Maxi, que juega como segunda línea, un puesto del que no pasa desapercibido por su imponente físico.
Maximiliano Pizzamiglio nació en Santa Rosa. Terminó el tercer ciclo (7°, 8° y 9° año) en la Unidad 8 del barrio Butaló y el secundario lo cursó en la EPET. Su familia vive en la ciudad: el padre es jubilado y la mamá ama de casa. Su hermano y su hermana trabajan en distintos rubros.
“Con el rugby empecé porque me llevó un amigo, José Torino, con el que éramos compañeros en el secundario. Siempre me insistía hasta que un día fui, probé, y no dejé de ir nunca más. Realmente no sé decir por qué me gustó tanto el rugby, solamente me gustaba ir y entrenar, golpearme un poco, aprender, hacer amigos nuevos, y con el tiempo me gustaba más y más”, recordó Maxi sobre sus inicios con la camiseta de Estudiantes.
El presente de hoy no aparecía en absoluto en el horizonte del rugbier, que una vez terminado el secundario andaba entre vacas y tractores. “Mis viejos toda la vida tuvieron campo cerca de Santa Rosa, entonces fue algo que me gustó desde chico. Cuando terminé el secundario no quería estudiar una carrera, así que empecé a laburar en el campo de un amigo de la familia.
Me encargaba de ayudar al peón que ellos tenían en lo que fuese y a su vez estaba encargado de todo lo que era la maquinaria del campo, sea andar en tractor, sembrar, hacer rollos. En todo eso estaba metido, realmente era lo que más me gustaba. Eso sí, cuando terminaba de laburar, agarraba la moto, pasaba por casa, me cambiaba y me iba a entrenar al club”.
Mientras Maxi trabajaba y jugaba, una búsqueda dio con su nombre. “En ese momento nos entrenaba el “Ruso” Néstor Jiménez. El tenía un amigo en Buenos Aires que era entrenador de un equipo de la URBA (Unión de Rugby de Buenos Aires) y que siempre le preguntaba si no tenía algún jugador para probar. Me preguntó si me interesaba y le dije que sí, pero sin darle importancia, nunca se me cruzó llegar a jugar en Buenos Aires. En esa época prácticamente no miraba rugby, pero al tiempo me llama el Ruso y me comenta que había hablado con Rodrigo Roncero (ex jugador de Los Pumas), pidiéndole que vaya a probarme a Deportiva Francesa. No lo pensé mucho y me fui”. Era 2013 y Maxi tenía 18 años.
“Imaginate, nunca había ido a Buenos Aires. Me llamaron un domingo y el martes estaba entrenando con ellos. ¡Fue muy fuerte, muy chocante!”, admitió sobre un primer impacto que no fue fácil. “Me arriesgué y afortunadamente en Deportiva me fui acomodando. El primer año la pasé mal porque extrañaba y era muy chico, mucho no entendía lo que me estaba pasando, pero por suerte la familia y los amigos siempre me apoyaron para que siguiera y le diera para adelante. Entonces empecé el segundo año con mucha más confianza en mí mismo y me sentía más cómodo porque en definitiva hacía lo que me gustaba: jugar al rugby”, recordó Maxi. “Comencé mi camino en la Preintermedia, luego estuve un tiempo en Intermedia y fui madurando, aprendiendo muchísimas cosas. Mi cuerpo fue cambiando, comencé a trabajar con el gimnasio y a comer bien”, valoró.
En poco tiempo debutó en Primera. Durante todo 2014 se mantuvo en el equipo principal y un año después llegó su oportunidad de dar el salto: en marzo de 2016 se mudó a Australia gracias a una gestión de otro ex Puma, Mario Ledesma, que hoy es entrenador de forwards de los Wallabies, el poderoso seleccionado australiano de rugby.
¿Cómo te adaptaste a la vida en Canberra? “Es una ciudad súper tranquila, de unos 400 mil habitantes. Yo entreno todos los días con Brumbies y los martes y jueves a la noche con Wests, y la verdad que después de eso muchas ganas de salir no te quedan”, reconoció. “La ciudad es increíble, todo muy ordenado y prolijo, la gente tiene muy buena onda; por ese lado estoy cómodo. Igual se extraña mucho, es lo más difícil de estar acá, por suerte hay un par de argentinos que juegan al fútbol y también está Tomás Cubelli entrenando en Brumbies, así que siempre nos juntamos”, explicó.
El torneo que disputa Maxi finaliza en agosto por lo tanto en septiembre estará de regreso en Santa Rosa. “Cuando termine el certamen veremos cómo sigue mi situación, por ahora disfruto y trato de aprender y mejorar. Por suerte soy joven y tengo mucho por delante, así que hoy solo me enfoco en aprovechar todo al máximo posible”.